Liposomas, unas nanobolitas con cubierta grasa y partículas de insulina en el interior, logran engañar al sistema inmunitario de ratones diabéticos. Su sistema inmunitario destruye sistemáticamente las células beta, las encargadas de generar la insulina, y esos liposomas inyectados cerca del páncreas consiguen que la reacción autoinmune que sufren los diabéticos se module y que cese el ataque contra sus propias células.
Es un hallazgo del grupo de Inmunología de la Diabetes de Can Ruti y el grupo Icrea del Institut Català de Nanociència i Nanotecnologia (ICN2). Los dos grupos han patentado este concepto de tratamiento, que están convencidos de que es un gran paso para lograr una futura vacuna que detenga el proceso autodestructivo que es la diabetes tipo 1, la que obliga a ponerse insulina varias veces el día.
Los resultados con ratones diabéticos (una especie que nace con esa enfermedad) aparecen en la revista científica Plos One. “El siguiente paso es hacer las mismas pruebas en células humanas in vitro y también intentar curar a los ratones diabéticos, repetir el proceso no sólo para frenar la destrucción, sino para revertir la enfermedad, lograr la regeneración de esas células beta que no fabrican insulina”, describe la investigadora principal el estudio, Marta Vives, jefa del grupo de Inmunología de la Diabetes de Can Ruti. Probablemente participarán pacientes del propio hospital de Can Ruti. Y además quieren hacer otro estudio para afinar pautas y dosis y abrir la posibilidad de hacerlo a medida de cada paciente.
El fallo inmunitario en la diabetes se produce porque las cé-lulas beta cuando mueren de forma natural no emiten suficiente señal al sistema inmunitario de que no es nada raro. En las personas –y los ratones– que desarrollan diabetes, el sistema inmunitario lee esas células que mueren como una alerta, por lo que los linfocitos empiezan a atacar a todas su células beta. Al cabo del tiempo, el páncreas casi no fabrica insulina.
Los microliposomas que han probado –y han demostrado que funcionan en los ratones– están cubiertos de fortatidisliserina, un compuesto que emite señales semejantes a las que deberían emitir las células beta propias cuando empiezan a morirse. Y dentro portan trocitos de insulina. Emiten, en suma, una señal de tolerancia hacia las productoras de insulina imitando un comportamiento normal del sistema. “Así que actúan como una vacuna, pero no para incrementar la reacción, sino para frenarla”, explica Vives.
La diabetes afecta aproximadamente a un 0,3% de la población, cifra que cada año crece un 4%, y no siempre es fácil de controlar pinchándose varias veces al día. La destrucción de las células beta impide que se genere la insulina imprescindible para procesar la glucosa.