Todo es poco para combatir una de las plagas sanitarias del Siglo XXI: la diabetes tipo II, la que aparece con el deterioro de la función del páncreas como generador de insulina. A las siete familias de fármacos ya existentes se ha unido en el último medio año una nueva: la de los inhibidores del transportador sodio-glucosa (llamados genéricamente gliflozinas).
Se trata de un nuevo abordaje: el medicamento bloquea el proceso por el que la glucosa supera el filtrado de la sangre en el riñón. Para hacerlo -y seguir en el torrente sanguíneo- necesita del transportador.
Al inhibirse este, no consigue superar el filtro y acaba expulsada con la orina. Es como si en un colador hubiera unos agujeros específicos para la glucosa y el sodio. El fármaco los tapona, con lo que las sustancias no siguen en el circuito.
De esta manera, baja el nivel de azúcar de la persona por un mecanismo nuevo. Además, en el proceso también se pierde sodio, por lo que baja la tensión arterial, y, como consecuencia de la salida del azúcar, se baja peso, han explicado esta mañana en Madrid Javier Salvador, especialista en Endocrinología de la Clínica Universidad de Navarra; su colega del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, Susana Monereo, y el farmacólogo Antonio Fernández, de Janssen, el laboratorio que fabrica una de estas moléculas.
La diabetes afecta al 13,8% de la población española, expuso Salvador, y "en 10 años los casos casi se han doblado". "Es una enfermedad metabólica, crónica, controlable, en la que es clave combatir la obesidad, pero no es curable", añadió.
"Además de muy prevalente, es progresiva", añadió Monereo. Esta última cualidad es la que hace necesarios estos nuevos fármacos, añadió la endocrinóloga. "El tratamiento dura muchos años, y es muy importante disponer de un medicamento que mantenga su efecto con el tiempo y sea poco tóxico", dijo la doctora.
La gliflozina, al retirar la glucosa de la sangre, evita su efecto tóxico sobre el endotelio de los vasos, con lo que se reduce el daño que lleva a amputaciones o pérdida de visión.
Las gliflozinas ofrecen un perfil muy interesante en este aspecto -"Tengo una gran expectativa", dijo Monereo-. Actualmente ya están aprobados en España la empagliflozina de Lilly y la dapagliflozina de Bristol-Myers Squibb y AstraZeneca.
El lunes se ha presentado la canagliflozina de Janssen, un medicamento que da una vuelta de tuerca más ya que actúa contra dos transportadores de glucosa en vez de contra solo uno, dijo Fernández, lo que aumenta su eficacia.
Referido a esta última que, a líneas generales, tiene muchas características comunes con las otras, Monereo resume así sus propiedades: "Baja la glucosa, no pierde eficacia con el tiempo; no produce hipoglucemia; como elimina sodio, baja la tensión; al perder azúcar por la orina y ayuda a controlar el peso (hasta cuatro kilogramos se pierden)".
La nutricionista alaba mucho estos últimos aspectos. "Casi todos los fármacos contra la diabetes aumentan de peso y suben la tensión", dice. En este caso, "a los cuatro kilos que se pierden hay que sumar los cuatro que no se ganan".
El laboratorio probó el medicamento en más de 10.500 personas, con un seguimiento de hasta seis años y comparándolo con los fármacos ya existentes solo y "en todas las combinaciones posibles", dijo el representante de Janssen. "Se puede mezclar con todos", señaló.
Para Monereo, se trata de un producto "genial para empezar el tratamiento", ya que consiste en una pastilla diaria. El problema, rebatió Salvador, es que la diabetes "tarde de siete a siete años y medio en ser diagnosticada".
"Es una enfermedad silente", explicó. Pillándola a tiempo se controla mucho mejor, pero como no da síntomas, eso pasa poco. Por eso el médico afirma que todos los mayores de 45 años deben mirarse la glucosa una vez al menos cada tres años, y , más aún, si tiene factores de riesgo (antecedentes, obesidad, hipertensión).
En casos de personas con enfermedad más avanzada, también puede ayudar, por ejemplo, retirando glucosa, lo que evita que haya que aumentar la dosis de insulina, afirmaron los médicos.