GUADALAJARA, JALISCO - Mariana, Romina y Joshua tienen algo en común. Los tres son unos guerreros y todos los días enfrentan a la diabetes tipo I y viven con ella.
Joshua tiene seis años y cuenta, con la misma sencillez que utilizaría para hablar de su caricatura favorita, que cada mañana se mide el azúcar con un piquetito que se hace con una lanceta en su pequeño dedo.
Cuando tenía apenas dos años fue diagnosticado, cuenta Nohemí Galindo, su mamá, quien ve en su hijo a un valiente.
Joshua sabe a qué hora y cómo aplicarse la insulina; él conoce mejor que nadie su cuerpo y cómo reacciona; lo cuenta mientras presume una sonrisa con la ausencia de dientes de leche que ya se fueron.
Los niños ya ven al padecimiento como algo normal en su vida, algo con lo que despiertan y se duermen.
Romina, de cuatro años de edad y uno y medio con diabetes, sabe por ejemplo que si va a una fiesta infantil no puede comer tanto pastel como quisiera, y el refresco es algo que no se compra en casa, aunque a veces se moleste, comenta su mamá, Marcela Zambrano.
El diagnóstico de una enfermedad nunca será una noticia que se tome a la primera con tranquilidad. Los niños no recuerdan ese día, pero sus padres sí, es por eso que el abordaje integral que incluye el tema médico, nutricional, de información y psicológico debe ser para toda la familia.
La psicóloga clínica adscrita al Servicio de Pediatría del Hospital General de Occidente (HGO), Noemí Gauna Navarro, asegura que la esencia del tratamiento de la diabetes es la educación.
Es por eso que desde hace algunos años se conformó en el hospital el grupo de apoyo Jandi (Jóvenes, Adolescentes y Niños con Diabetes), en el que se aprende del padecimiento por medio de juegos, pláticas con especialistas e intercambio de experiencias entre menores con diabetes tipo I y II y sus familias.
Mariana es otra de las integrantes del grupo, una bella jovencita de 16 años con toda una vida por delante, y una madurez que sorprende a cualquiera.
Fue diagnosticada con diabetes tipo I hace 14 años, después de que su madre, Hilda Llamas Moreno observó que tomaba más agua y orinaba más de lo normal, adelgazaba sin causa y se volvió una niña que se irritaba por todo.
Mariana dice que las personas que viven con diabetes son gente que todos los días despierta con esa condición y sigue su vida, con algunas complicaciones, pero sin considerarse enfermos.
Un niño que llega a ser diagnosticado con diabetes II tiene como problema primario la obesidad.
En el grupo Jandi hay 48 personas activas que asisten a reuniones mensuales; la más pequeña tiene cuatro años de edad y el mayor 23. En él se cuenta con el apoyo del Centro de Investigación y Educación en Diabetes y Enfermedades Cardio-metabólicas A.C., así como otras organizaciones como la Fundación Esperanza para Niños con Diabetes.