Una versión genérica de la insulina, el fármaco salvavidas de la diabetes, nunca ha estado disponible en Estados Unidos porque las compañías farmacéuticas han hecho mejoras progresivas que han mantenido a la insulina bajo patente desde 1923 a 2014.
Como resultado, muchos de los que necesitan insulina para controlar la diabetes no puede permitírsela y algunos terminan hospitalizados con complicaciones potencialmente mortales, como la insuficiencia renal y coma diabético, según los autores de un estudio que se publica en 'New England Journal of Medicine'.
Los investigadores describen la historia de la insulina como un ejemplo de "perpetuación", en el que las compañías farmacéuticas hacen una serie de mejoras a medicamentos importantes que extienden sus patentes durante muchas décadas.
Esto mantiene las versiones anteriores fuera del mercado de genéricos, dicen los autores, porque los fabricantes de genéricos tienen menos incentivos para hacer una versión de la insulina que los médicos perciben como obsoleta. Las nuevas versiones son algo mejores para los pacientes que pueden pagarlas, según los autores, pero aquellos que no pueden sufrir complicaciones costosas y dolorosas.
"Vemos los medicamentos genéricos como una historia de éxito poco común, proporcionando una mejor calidad a un precio más barato", afirma Jeremy Greene, profesor asociado de Historia de la Medicina en la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, Estados Unidos, e internista practicante. "Y vemos la progresión de medicamentos patentados a medicamentos genéricos como casi automática. Pero la historia de la insulina destaca los límites de la competencia de genéricos como un armazón para la protección de la salud pública", añade.
Más de 20 millones de estadounidenses tienen diabetes, una enfermedad en la que el cuerpo no puede utilizar correctamente el azúcar de los alimentos debido a la insuficiencia de insulina, una hormona producida en el páncreas. La diabetes puede controlarse sin fármacos o con medicamentos orales, pero algunos pacientes necesitan inyecciones diarias de insulina. El medicamento suele costar entre 120 y 400 dólares al mes sin seguro para medicamentos recetados.
"La insulina es una medicina inapropiada incluso para las personas que pueden permitírselo --dice el otro autor del informe, Kevin Riggs, investigador en medicina interna general y del Instituto Berman de Bioética en la Universidad Johns Hopkins--. Cuando la gente no puede permitírsela, a menudo dejan de tomarla por completo". Los pacientes con diabetes que no estén tomando su insulina prescrita tienen problemas de visión borrosa, pérdida de peso y sed intolerable, síntomas de la diabetes no controlada, lo que puede conducir a la ceguera, insuficiencia renal, gangrena y la pérdida de extremidades.
Estos dos médicos decidieron averiguar por qué nadie fabrica insulina genérica. Un equipo médico de la Universidad de Toronto, en Canadá, descubrió la insulina en 1921, y en 1923, la universidad, que obtuvo la primera patente, dio a las compañías farmacéuticas el derecho de fabricarlo y patentar cualquier mejora. En los años 1930 y 1940, las compañías farmacéuticas desarrollaron formas de acción prolongada que permitían a la mayoría de los pacientes ponerse una sola inyección diaria y en 1970 y 1980, los fabricantes mejoraron la pureza de la insulina extraída de vaca y cerdo y, desde entonces, varias empresas han desarrollado análogos sintéticos.
La estándar actualmente en Estados Unidos es Insulina Biotech, dicen los autores. Las patentes sobre la primera insulina sintética expiraron en 2014, pero estas nuevas formas son más difíciles de copiar, por lo que las versiones no patentadas pasarán por un proceso de aprobación de la agencia norteamericana del medicamento (FDA, por sus siglas en inglés) y costará más hacerlas. Cuando estas insulinas lleguen al mercado, pueden costar entre un 20 o un 40 por ciento menos que las versiones patentadas, escriben Riggs y Greene.