Cuando aun era un bebe de apenas 7 meses a Phil Southerland le descubrieron que sufría de diabetes, corría el año 1982.

Fue entonces la bicicleta, durante su infancia, la que se convirtió en su mejor aliada para lograr un mayor control de la enfermedad.

Ya en la universidad se hizo amigo de otro ciclista, Joe Eldridge, a quien motivó para seguir su ejemplo.

Cuando lo logró entendió que podía hacerlo a otra escala y en 2004 formó el equipo integrado por ciclistas con y sin diabetes que hoy, auspiciado por la empresa danesa Novo Nordisk, se convirtió en un equipo de la segunda división mundial (Profesional Continental).

En pocos días más este team volverá a correr el Tour de San Luis, buscando crear conciencia aunque sin descuidar la idea de dar una sorpresa en lo deportivo.

"La diabetes no me favorece en nada para ser ciclista, pero tampoco me perjudica mucho. No soy Indurain, pero me defiendo", cuenta el español Javier Megías, quien en el 2007 le demostró al mundo que un diabético podía competir y ganar (lo hizo en la primera etapa de la Vuelta a Chihuahua, México).

En aquel momento no todos los ciclistas del equipo tenían la enfermedad pero hoy sí. Son 18 en total, de 11 países distintos. Junto a Megías habrá otro español, David Lozano, pero también dos franceses, Nicolás Lefrancois y Charles Planet; un italiano, Andrea Peron; y un holandés, Martijn Verschoor.

En la actualidad, en el mundo hay 382 millones de personas que viven con diabetes. Muchos de ellos, tras ser diagnosticadas, creen que no pueden seguir llevando la misma vida. Pero hay miles de casos que demuestran que es posible mantener las mismas actividades y comidas, sólo con algunos cuidados.

El Novo Nordisk es la nueva prueba de que, con talento y determinación, nada es capaz de frustrar los sueños de hacer deporte de alta competencia.

"Corremos para cambiar la diabetes", dicen los responsables del equipo. "Nuestra meta es obtener los mejores resultados posibles sin dejar de inspirar, educar y capacitar a las personas afectadas por la diabetes. Es nuestra misión", explica Southerland.

"Nos tenemos que cuidar un poco más que el resto de ciclistas, pero podemos hacer una vida normal", agrega Megías y luego explica el problema. "En nosotros, el páncreas no fabrica insulina y la glucosa no llega a las células, que son las que fabrican la energía", relata.

Eso sí, las nuevas tecnologías le hacen la vida competitiva más fácil. "Llevamos un chip subcutáneo que mide continuamente los niveles de glucosa. No es nada molesto, es como un pelo y hay que cambiarlo cada siete días", explica.

Vía bluetooth, los corredores pueden ver en todo momento los niveles en un aparato que llevan en un bolsillo. "Si bajan mucho, tengo que comer; y si suben, aguantarme. Pero ya no sufro las pájaras (desmayos) de antes, cuando iba a ciegas y después de cinco horas con la glucosa alta llevaba las piernas reventadas por falta de insulina", cuenta.

En San Luis volverán a competir. Pero lo más importante será dejar un legado y dar un ejemplo: se puede.