Es fácil hablar de los exámenes cuando últimamente vas aprobando todos, y con nota. Y más todavía cuando acabas de sacar una notaza. Pues por eso voy a hablar, porque me es fácil, como les era fácil a esos colegas de universidad, que nunca suspendían, hablar de que si no me preocupe que a la siguiente la apruebo, que lo que me pasa es que me pongo nervioso, etc.
El caso es que nosotros lo consideramos un examen, yo también, pa que negarlo, pero somos injustos con nosotros mismos. Te has pasado varios meses “contestando a las preguntas del examen” y ves que en muchas has “fallado”, que te han salido mal, incluso los resultados anteriores no los miras, te empieza a entrar el cague, y dependiendo de tu estado de ánimo te vienes abajo o te animas acordándote de esta buena racha de hace unos días. Pero sea como sea el día del examen (que realmente “solo” te van a decir la nota) vas pero que muy cagao, incluso los dos días anteriores has intentado esmerarte a tope para intentar mejorar esa nota que sospechas que va a ser mala, malísima, y piensas que le vas a decir al profe (al endo), buscas excusas ... ya te digo, pero que muy cagao.
De lo que sientes al recibir el resultado quizás hable en otro momento, ahora solo quería hablar de lo injustos que somos con nosotros mismos, insisto que yo el primero, con esta situación, tan reconocida por mi cabeza de mi época de estudiante, solo que hora es continua, y sobre todo injusta, porque al menos entonces dependía exclusivamente de mi capacidad y mi esfuerzo, y sabía que si aprobaba una asignatura ya me olvidaba de ella, pero ahora no, no depende de mi esfuerzo, y yo no me matriculado en esta carrera, y sobre todo ... me tengo que examinar de por vida.
Por cierto, durante mucho tiempo cuando me sacaban sangre para el análisis yo lo primero que hacía era desayunarme unos churros, como cuando me cogía un pedo estudiantil después de un examen.