La diabetes y el cáncer
Si las enfermedades crónicas son muchas veces de tratamiento difícil o complejo, no es de extrañar que la suma de dos entidades crónicas cree muchas dificultades. Una asociación lamentablemente frecuente es la diabetes y la hipertensión arterial.
Esto también es válido para los diabéticos en los que se diagnostica un cáncer. Recordemos que en la actualidad las neoplasias se incluyen dentro de las enfermedades crónicas, es decir, de largo tratamiento y que demandan controles persistentes.
Por otra parte, debido a que tanto la diabetes como ciertos tipos de cánceres constituyen enfermedades de prevalencia creciente, se hacía importante establecer qué sucedía con aquellos pacientes con cáncer que, además eran diabéticos.
Este fue el propósito de la investigación practicada por un grupo de especialistas del Comprehensive Cancer Center, Eindhoven (Países Bajos), que analizaron la prevalencia de diabetes en individuos con reciente diagnóstico de cáncer, así como la influencia de la diabetes sobre el estadio (o etapas) en la que se efectuaba ese diagnóstico, el tipo de tratamiento que se empleaba y los resultados en términos de sobrevida.
La investigación incluyó nada menos que a 58.498 individuos diagnosticados entre 1995 y 2002, los que fueron seguidos hasta 2005.
Aunque el porcentaje de pacientes con cáncer que eran diabéticos en el momento de su diagnóstico correspondió al 9%, la prevalencia de diabetes fue mayor entre las mujeres que padecían neoplasia de mama (19%) o uterina (14%).
En los diabéticos el diagnóstico de cáncer se había efectuado en etapas más avanzadas de la enfermedad, en comparación con los no diabéticos. Otra diferencia establecida fue que en los no diabéticos se llevaron a cabo mayor número de tratamientos con quimioterapia o radioterapia, los cuales, a su vez, eran más “activos” o intensivos. Es posible que estos datos se relacionen con el hecho de que las condiciones físicas de los diabéticos pueden impedir la aplicación de tratamientos oncológicos más efectivos.
El sentido de transmitir estos datos no es infundir alarma entre la población diabética sino el de alertar sobre una realidad. Se trata del hecho irrefutable de que las enfermedades crónicas, cuando se suman, ocasionan mayores daños al individuo que las padece y obligan a redoblar los esfuerzos para obtener el control de cada una de ellas.
En la actualidad estas dificultades en el tratamiento son conocidas ampliamente por los oncólogos, que siempre trabajan de manera mancomunada con el clínico o con el diabetólogo, de modo que tanto diabéticos como no diabéticos puedan ser tratados de manera semejante y con resultados también similares.
Editora Médica Digital, septiembre de 2007