Es una de las enfermedades crónicas más comunes entre los niños de Estados Unidos.

A menudo se piensa que cuando los niños y adolescentes desarrollan esta enfermedad se trata de la diabetes tipo 1, pero en las últimas dos décadas investigadores y médicos han detectado cada vez más casos de diabetes tipo 2 entre la población juvenil que, supuestamente, es un tipo de diabetes que aparece en los adultos.

La diabetes tipo 1, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. ocurre cuando el sistema inmunológico ataca las células del páncreas que segregan la hormona insulina que, a su vez, es la que regula la glucosa en la sangre.

Quienes sufren este tipo de diabetes, que con frecuencia se presenta entre niños y adolescentes, tienen que inyectarse insulina diariamente para poder sobrevivir.

Por su parte, la diabetes tipo 2 ocurre cuando el cuerpo genera una resistencia a su propia insulina y el organismo deja de utilizar esta hormona debidamente. A medida que aumenta la necesidad de más insulina, el páncreas va perdiendo gradualmente su capacidad para producir la cantidad suficiente de la hormona como para regular el azúcar en la sangre.

Posibles síntomas

Cualquier niño, adolescente o adulto puede desarrollar diabetes, pero hay síntomas que pueden avisarte sobre la posibilidad de que tu hijo haya desarrollado la enfermedad y, por tanto, que debes llevarlo al médico.

Digamos que empiezas a notar una sed excesiva en tu hijo o hija. Esto es algo que debes observar, sin alarmar al pequeño, para ver si no se trata de una situación temporal, tal vez porque ha ingerido alimentos muy cargados de sal, como las papitas fritas y otros comestibles crujientes que venden en bolsas en los mercados y que tanto gustan a los chicos.

Tanto los niños como los adolescentes suelen ser muy activos. Tú como madre o padre conoces bien el temperamento de tus hijos. Supón que de repente empiezas a notar que se cansa con frecuencia o notas que está débil y ha perdido peso sin motivo aparente. Estos son factores para tener en cuenta y analizar si no se trata de algo pasajero o si son consecuencia de otra enfermedad, como el inicio de una gripe, por ejemplo.

Otras señales que debes observar es si están orinando en exceso, se quejan de dolores abdominales, sienten náuseas o vomitan a menudo; si se les nubla la vista o por ejemplo si cuando sufren una herida, por leve que sea, ésta no sana bien.

También puede haber cambios súbitos en el estado de ánimo; otra señal es si tu hijo siente un ritmo cardíaco acelerado cuando no está realizando actividades físicas intensas.

En el caso de las adolescentes puede haber alteraciones en la menstruación.

Si estos síntomas persisten es importante que lleves a tu hijo o hija al médico.

¿Se puede prevenir?

La diabetes tipo 1 puede tener un componente genético.

En ese caso, el médico tiene que indicar un tratamiento y un estilo de vida que el paciente debe seguir para mantener la calidad de vida.

En cambio, la diabetes tipo 2 guarda estrecha relación con lo que ingerimos, el sobrepeso y el sedentarismo, entre otros factores.
Por ejemplo, un estudio publicado por la revista de la Asociación Dietética de Estados Unidos indica que alrededor del 23 por ciento de los niños y adolescentes hispanos de entre 2 y 19 años sufren sobrepeso.

Según el mismo estudio, en la mayor parte de los casos, esto se debe a malos hábitos de alimentación, no sólo de los chicos sino también de sus padres.

Aparte de llevar al chico al médico y seguir a rajatabla los consejos profesionales, los propios adultos deben poner mayor atención a lo que están ingiriendo, como alimentos procesados, comidas cargadas de grasas y carbohidratos, refrescos y jugos industriales que tienen un alto contenido de azúcar. Es importante que los niños no sólo eviten la tentación de comer esos productos sino también que los padres prediquen con el ejemplo.

Además, los padres tienen que exhortar a sus hijos a practicar ejercicios y no pasar tantas horas delante de la computadora o del televisor cuando llegan de la escuela.

Pero la vida sana debe empezar por ti. Si cuando sales del trabajo te da pereza ponerte a cocinar y paras en un restaurante de comida rápida para comprar hamburguesas, tacos, papas fritas, pizzas, helados y cosas por el estilo, estarás asentando un mal precedente y creando un hábito de alimentación entre tus pequeños. Tal vez sea conveniente que tú, como adulto, te eduques primero en cuestiones de alimentación para poder transmitir a tus hijos esos conocimientos y costumbres que mantengan su salud en buenas condiciones.

Asimismo, cuando lleves a tus hijos al mercado, sobre todo cuando ya tienen edad para comprender, ve mostrándoles por qué hay alimentos que, a pesar de ser sabrosos y tentadores a la vista, son perjudiciales para la salud, no sólo por el exceso de calorías sino por los daños que pueden ocasionar al organismo.