LOS ANGELES -- Cuando Bob Krause cumplió 90 años de edad la semana pasada, fue en virtud de una determinación inquebrantable y una mentalidad de precisión que ha mantenido su cuerpo activo después de que le diagnosticaron diabetes cuando era un niño.

Krause, un residente de San Diego, fue nombrado por un centro líder en la investigación sobre la diabetes como el primer estadounidense conocido que haya vivido 85 años con la enfermedad, una vida que ha seguido y se ha beneficiado de la evolución en el tratamiento.

La esposa de Krause, de 56 años, junto con su familia y amigos le prepararon el domingo una celebración por su longevidad. El hombre no sólo tendrá una fiesta, sino que recibirá una medalla del Centro Joslin para la Diabetes que conmemore su hito de 85 años.

"Bob ha superado la expectativa de vida de una persona normal y saludable que haya nacido en 1921", dijo su doctora, Patricia Wu, quien atribuye el éxito de Krause a su carácter fuerte. "El sabe que tiene que lidiar con esto y lo ve como una parte de su vida. No deja que esto lo desanime".

Ese rasgo sin duda juega un papel importante en la forma en que el hombre de cabello cano ha seguido muy de cerca la química de su cuerpo y lo volvió un experto en unas matemáticas que salvan vidas y que han mantenido su diabetes bajo control.

El ex profesor de ingeniería mecánica de la Universidad de Washington dice que ha tenido éxito porque trata a su cuerpo como a un automóvil y porque sólo come los alimentos suficientes para ese motor.

"Para mantener la diabetes bajo control, sólo hay que comer los alimentos que necesitas antes de realizar actividades", dijo Krause. "Yo como para mantenerme vivo en lugar de comer todo el tiempo o por placer", explicó.

Krause tuvo suerte de que se le diagnosticara con diabetes no mucho después de que la producción comercial de insulina la hiciera disponible ampliamente. Era 1926. Tenía cinco años y vivía en Detroit.

El hermano menor de Krause, Jackie, murió de diabetes después de que se le diagnosticó un año antes porque no había insulina todavía.

Krause recuerda cómo su madre, tras haber perdido un hijo por diabetes, pesaba cada pieza de alimentos que comía Krause. Lo mantuvo desde entonces bajo una dieta estricta.

Cuando tenía seis años, él era capaz de inyectarse en los brazos o las piernas con cada comida.