Bueno, este relato también es verídico, y también es cierto. Realmente es un poco de humor negro (o surrealista?) pero os lo cuento como lo viví.
Mi madre era tipo 3, y no tenía ni puñetera idea de la db, y yo por aquel entonces, que no había debutado, tampoco. El caso es que todo lo que conocíamos de la db era lo que veíamos a mi madre, que ya entonces se ponía insulina. En fin, que mi madre no sabía ni lo que era un hidrato, ella tiraba de los menus que le daba el endo. ¿Y donde está lo inesperado? Pues a la hora de medirse, lo hacía dos veces al día ... veréis, a estas alturas ya sabéis que incluso controlando y sabiendo lo que haces lo que te salga al medir puede ser inesperado, pues imaginaros si no controlas nada de nada. La escena era la siguiente, mi madre se instalaba en el sillón, con la mesa llena de cosas “raras”, cogía el algodón y se limpiaba el dedo, cogía la tira y la instalaba en el gluco, luego se masajeaba el dedo, luego cogía el pinchador (ver nota) y hacía lo propio, entonces apretaba con fuerza sobre el dedo, si todo había ido bien ella decía, vale, hay suficiente, acercaba el gluco, se oía un pitido, y entonces ella se quedaba 30 segundos mirando el gluco y diciendo, “ya verás que alta, verás, verás, verás que alta ...”, y a los 30 segundos se oía otro pitido y entonces podía decir ella, “lo ves”, o, “110, perfecto, biennn”, o, “baja, no puede ser, me mido otra vez” ... a nosotros nos parecía pura lotería, y lo era. Ya la repera era el día anterior de ir al endo ... bueno, eso para otro día.
NOTA: mi madre jamás supo que había que cambiar las lancetas del pinchador, cuando ya le dolía tanto que no lo aguantaba se iba a la farmacia y se compraba otro.