Queridos clones:
Mi nombre es Günter, soy paleto y no entiendo que la gente sea feliz sin diabetes. Soy tipo 1 desde hace mucho tiempo pero diagnosticado desde hace bastante menos. La naturaleza me ha concedido unas cualidades prodigiosas: tengo los huesos blandos, las orejas de soplillo y soy calvo, no obstante fui capaz de soportar como un capitán los vaivenes metabólicos sin hacer protesta ni recurrir a trampas (la heroína me tentó pero me supe estar quieto). En este tiempo de trajines me he enganchado a las benzodiacepinas porque los 12 médicos que consulté confunden mielitus con ansiedad y mareos con aprensión y neuropatías con Google. Dejé de visitar médicos porque si hubieran sido 13 ustedes me dirían, ¡ay, bribón, si es que ese número es el del mal reparto! Durante el tiempo que me traté la diabetes con ansiolíticos no fui más feliz que ahora, pero bien es cierto que no era tan yonqui como ahora soy. No obstante, todo parece funcionar: mi novia está especialmente cariñosa, la de la farmacia me pone ojitos, en el hospital tengo enchufe y de alguna manera ya sospechaba desde antes de efebo que mi vida estaría vinculada a una aguja y, también, a una pluma.
Asimismo soy desterrado y apátrida: por fin tengo algo que será para siempre porque, aunque de momento parezca volcada, seguro que mi novia volverá a dejarme.
Y quizá no me prodigue mucho por aquí porque estoy con la condicional y el agente que me vigila los movimientos no me tiene especial querencia. Les juro que ahora, para robar, ni me muevo del sofá: le rapiño los pistachos a mi abuelo que, además, es ciego y diabético y alérgico a los frutos secos.
Besos a cascoporro, para todos ustedes, ¡similares casi idénticos!
P. D. Gracias por el espacio y la información. Los diabéticos somos tipos normales e incluso podemos ser felices, comer panchitos y jugar al parchís. Y si no fuera suficiente, hasta podemos echarnos un cable y hacernos consultas. Dispongo mi experiencia al servicio de ustedes, casi clones, y me declaro orgulloso de tener una crónica aceptada, asimilada y sin la que no me creo capaz de vivir (básicamente porque, como habrán colegido, no me está permitido vivir sin ella). A las mamás y a los papás de esas criaturas sin golosinas les encargo un abrazo de mucho cariño (para las criaturas, no para ustedes) y que sepan que, la diabetes, no les hará la vida menos piruleta.
:)