Ese día estás dándole vueltas a todo. Falta poco para la hemoglobina glicosilada, y no estás teniendo buenos controles.
Te estás esforzando mucho para mejorar, porque te lo tomas como un examen, como lo hace todo el mundo, aunque realmente no lo sea.
Le das vueltas a todo: a tu futuro, a las posibles complicaciones... Intentas recordar esas buenas rachas de controles para animarte.
El caso es que estás concentrado en ello, midiendo bien los hidratos, comiendo solo lo que tienes más controlado, sin novedades ni sorpresas, sin pasarte en nada. Estás en uno de esos días...
Y entonces alguien te suelta: "Anda, toma un poco de esto, que un día es un día", o "¿qué te va a pasar?", o "luego te pones más insulina y ya está, ¿no?".
Pones mala cara, sin quererlo, pero la pones, y haces un esfuerzo sobrehumano para no parecer cabreado.
Agradeces el gesto, pero no cuela, y sabes muy bien que se quedan pensando que eres un exagerado, que te lo tomas demasiado en serio.
Creen que conocen a alguien como tú, un diabético de los de "toda la vida", que comía de todo... muchos "qués", que en ese momento preferirías que se guardaran, porque no entienden que un día no es solo un día. ¡Caray!
El año tiene muchos días, y tú estás en uno de esos días en los que eres diabético todo el día, toda la semana, al menos hasta que pase la hemoglobina.