Una pequeña crónica de un desayuno ingles … en Portugal. El hotel era una especie de palacete (casal Santa virginia) que daba a un acantilado, vamos, que daba hasta miedo. De hecho, en los alrededores, y también dando al acantilado, varias casas muy antiguas y muy derruidas favorecían un cierto ambiente Hitchcockniano. Pero vayamos al grano. El recepcionista nos había repetido varias veces, “breakfast from 9 to 11”. Además, habíamos leído unas críticas no muy buenas del desayuno, algo así como que había poca variedad. Así que a las nueve y cinco ahí estábamos. Entramos, veo un plato con bizcochos diversos, ummm, buena pinta, pero escasos para todos los clientes, no es mi problema, también fruta variada, suficiente para nosotros. Cojo una variedad de bizcochos, trozos pequeños, ya luego iría a por la fruta; nos sentamos, Montse pide pan, se lo traen; empezamos, yo con mis bizcochitos, Montse con el pan y la mantequilla (dejando de lado las mermeladas). En eso que aparece la encargada con un par de vasos enormes de zumo de naranja natural, bien, luego con un plato de fiambres, vaya, seguimos comiendo … entonces la mujer nos planta en la mesa, que definitivamente era pequeña, un plato con cuatro crepes … si señora, esto si que es un buen desayuno … ah, si, llevaba insulina suficiente, así que una vez finiquitados los bizcochos, ataqué los crepes mientras Montse hacía lo propio con los fiambres. Mientras ocurría todo esto otra pareja había aparecido y se había sentado a nuestro lado, además nos habían puesto para ambientar una de las sinfonías de Mozart, y claro, si se nos ocurría levantar la vista veíamos en acantilado y el mar … perfecto, casi, porque vemos que los vecinos … ¡¡tachan!!! Tiene un plato con huevos fritos!!!!! ¿y nosotros? Pues no, es que se le habían olvidado, la mujer ya venía a disculparse y a decirnos que salían enseguida …. No, no los comimos, le dijimos que no era necesario, que si nos quedábamos con hambre ya se lo diríamos …. Y mientras seguía sonando Mozart mezclado con el ruido de las olas, y la insulina, gota a gota, entrando sin parar.