Hoy salí a pasear por el parque, esperando disfrutar de un relajante día aprovechando que hacía sol.
Antes de salir de casa, me aseguré de llevar mi insulina, medidor de glucosa, y algunos snacks por si acaso. Siempre es mejor estar preparado, ya que nunca se sabe cuándo puedes tener una bajada de glucosa.
Mientras paseaba por el parque, me topé con un quiosco que vendía mis galletas favoritas. No pude resistirme y compré una, pensando que me la comería más tarde si mi glucosa bajaba. La guardé en mi mochila y seguí mi camino.
De repente, empecé a sentirme un poco mareado y débil, revisé mi nivel de azúcar en sangre y me di cuenta de que efectivamente estaba bajando. Decidí que era el momento perfecto para disfrutar de mi deliciosa galleta.
Al buscar la galleta en mi mochila, me di cuenta de que se había roto en pedazos. Parecía que mi mochila había sido atacada por un ejército triturador de galletas. Saqué los pedazos de galleta y empecé a comerlos.
Mientras disfrutaba de mi merienda, me di cuenta de que un grupo de personas me observaba con curiosidad.
Me di cuenta de que parecía un niño pequeño, sentado en un banco del parque, comiendo restos de galletas.
No pude evitar reírme de la situación y, al ver mi risa, la gente a mi alrededor también comenzó a reír.
Cuando me recuperé continué con mi paseo por el parque.
Aprendí que, incluso en situaciones difíciles, un poco de humor puede hacer la vida mucho más llevadera, ¡incluso cuando se trata de lidiar con la diabetes tipo 1!