En 2018, Nam Han Cho, entonces presidente de la Federación Internacional de Diabetes (IDF, de sus siglas en inglés), se refería a la epidemia de esta enfermedad como “la tercera guerra mundial”, comparando el millón y medio de muertos anuales que causa con los caídos en una contienda bélica. La hipérbole muestra la desesperación de algunos expertos ante el avance implacable de la enfermedad y la dificultad para concienciar a la sociedad de su magnitud. Hoy, la revista médica The Lancet publica una serie de artículos en los que vuelve a llamar la atención sobre la amenaza de la diabetes, a la que, plantean, no se enfrenta con las herramientas adecuadas.
Según las estimaciones publicadas en la revista, en 2050 habrá alrededor de 1.300 millones de personas viviendo con diabetes en todo el mundo, un incremento que multiplica por más de dos los 529 millones de afectados de la actualidad. El 90% serán personas con diabetes tipo 2, una enfermedad asociada a la obesidad, la dieta, el consumo de alcohol o tabaco y la falta de actividad física, y que está muy relacionada con la pobreza. En EE UU, la diabetes es 1,5 veces más frecuente entre minorías como los negros o los indígenas americanos, un problema que los autores de los artículos de The Lancet atribuyen, entre otras cosas, al racismo estructural.
En un editorial que también se publica hoy, la revista advierte ante el enfoque erróneo que muchos aplican a la diabetes. Pese al éxito de nuevos fármacos contra la dolencia, que también ayudan a reducir la obesidad, “la solución a sociedades insanas e injustas no son más pastillas, sino reevaluar y reimaginar nuestras vidas para proporcionar oportunidades que aborden el racismo y la justicia y actúen sobre los factores sociales de la enfermedad”, afirman citando a la médico Rupa Marya y el economista Raj Patel. El mercado de los fármacos contra la diabetes crecerá, según algunas estimaciones, hasta los 100.000 millones de dólares en la próxima década y podría alcanzar una cifra 10 veces mayor en 2045. Sin embargo, como sucede con muchos otros males, que son más tratables con hábitos saludables aplicados a tiempo que con fármacos cuando ya casi es tarde, el esfuerzo de anticipación ante la diabetes no recibe la atención necesaria. En 2018, los países de la Unión Europea emplearon, de media, un 2,8% de su gasto sanitario en prevención.
Más información
Seis años de guerra en Siria han cambiado la vida de millones de personas. Servicios de sanitarios como la planificación familiar, la atención de salud mental o los tratamientos enfermos crónicos se han dejado de lado debido a que el personal médico ha debido centrarse en salvar vidas. En la fotografía, un enfermero realiza un análisis de diabetes a una paciente en uno de los centros de MSF en Al Bab. Diabetes: la epidemia que nos puede aplastar porque no emociona
Desde hace tiempo, los expertos inciden en la necesidad de incluir la pobreza como un factor fundamental que combatir para mejorar la salud. La llamada de atención de The Lancet estima que para 2045, hasta tres de cada cuatro adultos con diabetes en el mundo vivirán en países de ingresos medios o bajos. Hoy, solo alrededor del 10% de las personas que sufren la enfermedad en estos lugares recibe un tratamiento adecuado. El crecimiento de la carga que supone la diabetes, no obstante, no solo se ve en esos países con menos recursos. En EE UU, la prevalencia de la enfermedad se ha multiplicado casi por dos entre los jóvenes, cada vez más expuestos a todo tipo de alimentos que incrementan el riesgo de obesidad y una vida más sedentaria. Como con todas las enfermedades en todos los lugares del mundo, los que más sufren el incremento en la principal potencia mundial son los pobres, que son, con mayor frecuencia, negros o nativos americanos.
Con las tendencias actuales, no está previsto que ningún país reduzca sus porcentajes de diabéticos y habrá regiones como el norte de África u Oriente Próximo en las que las tasas alcanzarán el 20%. “La diabetes sigue siendo una de las mayores amenazas para la salud pública de nuestro tiempo y va a crecer rápidamente durante las próximas tres décadas en todos los países, sin diferencia de edad o sexo, planteando un reto importante para los sistemas sanitarios de todo el mundo”, afirma Shivani Agarwal, de la Escuela de Medicina Albert Einstein, en Nueva York (EE UU). Agarwal, que ha liderado esta serie de artículos, afirma que “centrarse en comprender la desigualdad en la diabetes es vital para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU, que quieren reducir las enfermedades no transmisibles [como el cáncer o la diabetes] en un 30% en menos de siete años y reducir los crecientes efectos negativos en la salud de poblaciones marginadas y sobre la fortaleza de las economías nacionales en las décadas venideras”, añade.
En la serie, se mencionan casos de éxito en el apoyo a comunidades con menos recursos, como las de algunos países del África subsahariana, donde la cooperación de gobiernos, industria y asociaciones de pacientes ha permitido facilitar el acceso a insulina y otros productos sanitarios con reducciones medibles del impacto de la enfermedad.