Subir el techo de cada comunidad autónoma y demostrar que la diabetes y el deporte no están reñidos, sino todo lo contario, que el ejercicio físico, por muy chocante que pueda parecer, es capaz de ayudar a controlar la enfermedad. Este es el reto de Arturo Carvajal, un aragonés de 30 años que en 2019 recibió un fuerte golpe, cuando su médico le comunicó que padecía diabetes tipo 1.

Tras superar el shock inicial y pasar por un periodo de duelo, como él mismo explica, este barbastrense decidió darle la vuelta a la tortilla y demostrar que iba a ser él el que llevara la sartén por el mango y no la enfermedad. La aceptó, asimiló que iba a tener que lidiar con ella en su día a día y a través del deporte se ha convertido en un ejemplo para aquellos que están en su situación.

Para darle más visibilidad y notoriedad, Carvajal, criado a los pies del Pirineo aragonés y amante de la montaña, ha creado el reto 16 cimas con diabetes, es decir, subir al techo de cada comunidad autónoma antes del mes de julio, algo que ningún español diabético ha documentado. Todo ello combinándolo con su trabajo de agricultor.

El pasado 21 de enero, subió junto a tres amigos y en pleno temporal de nieve, frío y bajas temperaturas al pico de Peñalara, la cima de la Comunidad Madrid. Este pasado fin de semana le intentó los 1.551 metros del Aketegi, en el País Vasco.

Hasta que llegue julio, cuando cerrará su reto subiendo los 3.404 metros del Aneto rodeado de amigos, escalará el Puig Major (Islas Baleares, 1.436 m.), Ato de las Barracas (Comunidad Valenciana, 1.838 m.), Pico Obispo (Murcia, 2.014 m.), Peña Trevinca (Galicia, 2.127 m.), Pico San Lorenzo (La Rioja, 2.271 m.), Pico del Lobo (Castilla La Mancha, 2.274m.), El Torreón (Extremadura, 2.385m.), Mesa de los Tres Reyes (Navarra, 2.446 m.), Torre Blanca (Cantabria, 2.617 m), Torrecerredo (Castilla y León, 2.650 m), Pica d’Estats (3.152 m.), Mulhacén (Andalucía, 3.479m.) y Teide (Islas Canarias, 3.715m.).

“Lo hago para darle visibilidad a la diabetes tipo 1”, remarca este fisioterapeuta, que explica que uno de los riesgos de la enfermedad es una bajada de azúcar o hipoglucemia: “En un primer momento se manifiesta como mareos, sudores fríos, malestar, etc. Si eso no se corrige con azúcar puede llevar al coma y a la muerte”.

Añade que el deporte va “muy bien para controlar la enfermedad” pero insiste en que tiene esa doble cara de poder sufrir una bajada de azúcar. “Hay que estar pendiente y al principio cuando te la diagnostican regularlo todo es muy complicado. Por eso, hay mucha gente que dejar de hacer deporte para evitar riesgos”, indica.

“Con mucha constancia he conseguido ver cómo funciona"

Carvajal no duda en hablar abiertamente de su caso y cómo a través del simple, pero siempre efectivo, método de prueba y error ha conseguido controlarse. “A mí al principio me pasaba mucho que tardaba en ajustarlo. Me daba miedo, pero con mucha constancia he conseguido ver cómo funciona la diabetes en la montaña. Así que estos retos los hago para demostrar que se pueden hacer ambas cosas”, comenta, afirmando que espera ayudar tanto a los que le acaban de diagnosticar la enfermedad como a los que llevan tiempo con ella.

Semanas después de que se la detectaran, empezó a subir con más frecuencia a picos. Lo hacía acompañado de amigos y con barritas, azucarillos y comidas de hidratos de carbono y azúcar de absorción rápida para evitar esas bajadas de azúcar.

Esas primeras veces se sobrealimentaba: “Tenemos que tener niveles entre 70 y 120 y las primeras veces me iba a 200. Con esas cifras se suele notar mucha sed, ganas de orinar, pesadez, etc. Es muy complicado hacer deporte con esos números. Muchas veces iba con amigos, no me encontraba bien y tenía que darme la vuelta”.

“Así que me fui apuntando las cosas y empecé a ajustar. También una endocrina me enseñó a cómo poder gestionarlo y conocer a otras personas con diabetes que hacen montaña me ayudó a resolver dudas”, comenta.

Su conocimiento y dominio de la situación ha llegado hasta los niveles actuales, donde es capaz de ir solo sin problemas y saber qué hacer en cada momento. Incluso en su familia, cuenta, son conscientes que la felicidad que le transmite la montaña y cómo le ayuda a controlar la enfermedad prevalece más que ese posible riesgo.

Además, gracias a la cuenta de Instagram Diabetes de altura, donde publica sus proyectos, se lleva regalos que le emocionan, como cuando le escriben contándole casos personales en los que ha influido directamente. Esto le ayuda a seguir.

“Por ejemplo, una vez recibí el mensaje de un padre muy aficionado a la montaña que me dijo que mientras me escribía estaba llorando porque habían diagnosticado a su hijo de cuatro años con diabetes y que al verme a mí hacer estas actividades le daba esperanza de que él en un futuro podría hacerlo con su hijo. Emocionan estas cosas”, sentencia.

Llevando la diabetes a la cima de África
Carvajal, que ha hecho diferentes pruebas de larga distancia en el Pirineo, vivió el pasado mes de junio una experiencia única cuando la ONG El Poder del Chándal le invitó a él y a otras dos personas a subir el Kilimanjaro, el techo de África (5.895 metros).

Tras estar primero en una misión solidaria trabajando con niños con discapacidad en Tanzania, luego subieron el macizo junto a varios médicos y endocrinos. “Se hizo un estudio que se presentó en un congreso de la Asociación Española de Endocrinología”, cuenta.

Aunque al principio tuvo el cosquilleo al no haber estado nunca a esas alturas, “salió todo bien a pesar de la actitud y el frío que hizo”. “Me daba miedo la altura. No sabía cómo me iba a afectar porque sus síntomas son similares a los de una bajada de azúcar. Entonces, pensaba que si cuando estuviera ahí, me encontraba mal y no me iban los sensores de glucosa no sabría la causa ni qué hacer. Además, con el mal de altura se te cierra el estómago”, explica.

Eso le pasó cuando superó los 4.000 metros. “Hicimos un día de aclimatación que era subir a 4.600 metros y volver a bajar a los 3.800 en los que estábamos. Ese día sí me empezó a subir la glucemia y no conseguía bajarla con insulina. Regresó a su rango normal cuando bajamos de esos 4.000 metros. Fue la única vez que me angustié un poco”.

Pero por suerte no tuvo ningún problema más. “Además, los endocrinos nos ayudaban tanto a nivel médico como humano. Nos planteaban cosas y estuvo muy bien. Fue maravilloso y una experiencia muy buena”, afirma ahora, más de medio año después.

En 2022 también visitó la zona del monte Fitz Roy en los Andes argentinos. “Hicimos una jornada solidaria en un centro de rehabilitación donde hablé de diabetes y montaña a médicos y pacientes que había ahí y luego hicimos rutas por la zona”.

Para el futuro no se cierra puertas. Confiesa que sería un sueño subir al techo de cada continente, aunque para ello necesite de grandes patrocinadores. Lo consiga o no, ha logrado algo más importante y emocionante: inspirar a personas y enseñar que se puede hacer montañismo a pesar de sufrir diabetes.