De un tiempo a esta parte se han puesto de moda los sensores de glucosa, una especie de parches que se colocan en los brazos y que permiten conocer a la persona que los utiliza los picos glucémicos de su cuerpo. Sin embargo, las ventajas de estos sensores se pueden diluir cuando hablamos de población no diabética, para la cual no están indicados. .
Llamados también medidores continuos de glucosa (MCG), estas herramientas permiten a los pacientes diabéticos conocer en tiempo real los niveles de glucosa, lo cual es especialmente útil en la toma de ciertas decisiones. Además de la autogestión, también sirven para controlar con más precisión ciertos conceptos como el tiempo en rango glucémico, la hipoglucemia o la hiperglucemia.
Es decir, factores muy relevantes en el día a día de un paciente diabético, pero ¿necesita un no diabético estar monitorizando su glucosa a todas horas?
Pues lo cierto, como respuesta corta, es que no y de hecho puede ser perjudicial. El problema además no viene por utilizar estos sensores de glucosa, que simplemente trasladan a través de una reacción enzimática los valores de glucosa intersticial. De ahí luego se transmiten y se reciben, ya sea en el teléfono móvil, ordenadores o incluso dispositivos especiales para los MCG.
Con dos sistemas de monitorización distintos (la flash y la continua), los sensores de glucosa solo se recomiendan en población diabética o en personas que deban controlar sus niveles de glucosa. En población sana y no diabética no debería utilizarla. Mucho menos sin el consejo de un médico o facultativo que recomiende su utilización.
Conocer en profundidad cómo funcionan no es complicado, pero resulta más sencillo si consultamos este manual de la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria. Bajo este prisma, la SEFAP explica cómo funcionan y por qué son más prácticos que los tradicionales glucómetros. Sí, esos aparatitos que ‘obligaban’ al diabético a pincharse la punta del dedo para comprobar el azúcar en sangre.
Aunque no se miden igual la glucosa en sangre que la glucosa intersticial (que es lo que miden estos MCG), las fluctuaciones son mínimas y lo único que varía es un cierto retardo en la intersticial respecto la capilar. La cuestión es: ¿debe una persona no diabética estar comprobando siempre su nivel de azúcar en sangre? Como dijimos antes, la respuesta corta es no, pero vamos a explicar por qué es un error y el riesgo de hacerlo.
Por qué un no diabético no debería utilizarlos
Es evidente que conocer el nivel de glucosa en sangre, tanto en ayunas como después de comer, puede ser útil incluso en no diabéticos. Sin embargo, en personal no formado que no comprenda los porqués de la glucosa en sangre y tome decisiones que sean peligrosas. Básicamente porque son muchísimos los factores que influyen en cómo la glucosa en sangre se puede alterar y podemos llevarnos a equívocos.
Cambios en la dieta, alertas innecesarias, malinterpretaciones de los resultados… La autodiagnosis en función de un elemento tan cambiante como es la glucosa en sangre sin saber lo que leemos es arriesgado por diferentes causas. Algunas pueden resultar muy evidentes, pues incluyen la criminalización de ciertos grupos de alimentos, en especial los carbohidratos.
De hecho, ya te explicamos por qué decir adiós al mito de que los carbohidratos engordan si los tomas por la noche es un error. Ese fallo habitual que podríamos bautizar como ‘carbofobia’ supondría catalogar los alimentos entre buenos y malos en función del pico de glucosa que generen. Otro error, tal y como también te contamos al explicarte la verdad sobre carbohidratos y diabetes: la realidad de una relación amor odio, ya que se trata de macronutrientes fundamentales.
Evitar la ‘carbofobia’
Uno de los problemas que además se asocian a esta carbofobia es, curiosamente, una potencial subida de peso. Al suprimir los hidratos de carbono en favor de las grasas o las proteínas, buscando ‘aplanar’ la curva de glucosa, podemos aumentar de peso a pesar de prescindir de los carbohidratos, pero ingerir más calorías en otros ingredientes.
La complicación aquí llega porque es posible que, gracias al ‘chivato’ de los sensores de glucosa, reduzcamos los hidratos de carbono. Hasta aquí todo comprensible. Sin embargo, eso no significa que dejemos de ingerir calorías en otros alimentos que, además, no se van a manifestar de la misma manera.
Además, quizá utilicemos estos sensores de glucosa como alarma en esos subidones de azúcar. Con esa utilidad podríamos pensar que estamos ante una buena herramienta para perder peso. Por desgracia no es así, ya que dejamos de comer alimentos que eleven el pico de glucosa y los sustituyamos por alimentos aún más calóricos.