Entre la semana 24 y la semana 28 de gestación, es momento de realizar la prueba de la glucosa. Es una analítica muy relevante, pues revelará si la madre padece diabetes gestacional. En caso de dar resultado positivo, hay que controlar ese nivel de azúcar en sangre, ya que un exceso deriva en complicaciones tanto para la madre como para el bebé.
Respecto al pequeño, mide entre 21 y 22 centímetros y pesa entre 500 y 700 gramos. Se mueve cada vez más flotando en el líquido amniótico, dando volteretas, patadas y braceando. Como todavía le queda bastante espacio, cambia frecuentemente de postura, de modo que la madre notará los movimientos de forma recurrente. Aunque, eso sí, pasa la mayor parte del tiempo dormido.
A partir de esta semana es habitual que se alcance la viabilidad fetal, si bien puede posponerse hasta la 28. Hace referencia al momento en que el bebé podría sobrevivir fuera del útero en caso de un parto prematuro, con los pertinentes tratamientos médicos posteriores.
Esto ocurre porque sus pulmones empiezan a producir surfactante, una sustancia que evita que los alveolos se peguen al exhalar, fundamental para la respiración una vez nacido. No obstante, aún recibe el oxígeno de la placenta.
Sus órganos sensoriales están cada vez más desarrollados, de modo que responde a estímulos sensoriales, percibe sabores, olores y texturas. Aunque dado que está completamente a oscuras dentro del útero, no ve nada todavía.
De hecho, la madurez de su oído sirve también para que desarrolle el equilibrio. Por ende, ya sabe si se encuentra boca arriba o boca abajo dentro del saco amniótico, en el cual no para de moverse.
Es probable que ya te hayan citado para la prueba de la glucosa. Su cometido es detectar la diabetes gestacional, muy habitual en el embarazo. Si el resultado es positivo, el médico pautará un tratamiento para controlar los niveles de azúcar en sangre, pues la diabetes gestacional conlleva riesgos como el parto prematuro, crecimiento excesivo del feto o preeclampsia, entre otros.
También es importante vigilar que la madre no padezca anemia, muy frecuente en el segundo trimestre debido a la mayor cantidad de líquido en la sangre, inferior a la producción de glóbulos rojos; así como por una reducción en las reservas de hierro. Las consecuencias más notorias de la anemia son mareos, cansancios, palidez de la piel y palpitaciones.
Otros síntomas habituales para la madre en la semana 24 de embarazo son la aparición de estrías y manchas en la dermis. Para evitar las primeras es importante mantener la piel hidratada y, para mantener a raya las segundas, utilizar protector solar.
Finalmente, se irán acrecentando los dolores de espalda, los calambres en las piernas y dolor alrededor del abdomen. Asimismo, es común tener dificultades para dormir, por culpa de las molestias, el peso de la barriga y la constante necesidad de ir al baño.