Una de las consecuencias de la diabetes es la aparición de un edema macular que puede desembocar en ceguera irreversible.
Los edemas son un signo que aparece en muchas enfermedades, como en la diabetes, y se manifiestan como una hinchazón de los tejidos blandos debido a la presencia de un exceso de líquido en algún órgano o tejido del cuerpo.
Cuando esa inflamación afecta a los ojos, en concreto a la mácula del ojo, hablamos de 'edema macular diabético' (EMD), una patología ocular que aparece como consecuencia de los cambios metabólicos provocados por el mal control de la glucemia en personas con diabetes.
En el curso de la enfermedad, la mácula -la parte de la retina responsable de la visión central y que nos permite captar los detalles- se inflama y acumula líquido. Esta es una de las causas por las que el edema macular diabético es la primera causa de pérdida visual en personas diabéticas.
Aproximadamente el 7,6 por ciento de los pacientes con diabetes en el mundo padecen este problema. Esto se traduce en que, en España, cerca de 300.000 personas sufren esta patología, que puede desembocar en ceguera irreversible si no se trata. Y es que conforme avanza el edema, también aumenta su componente inflamatorio.
Esta afección visual también puede estar asociada a otras patologías oculares, como son: la retinopatía diabética, la degeneración macular asociada a la edad, la uveítis, algunos tipos de retinitis, algunos tumores en el ojo y trastornos genéticos, como alguna forma de distrofia macular.
Por eso los especialistas destacan la importancia de acudir a las revisiones de oftalmología para prevenir este tipo de lesiones irreversibles y recuerdan que una interrupción del tratamiento supone una pérdida de agudeza visual y un empeoramiento de la calidad de vida.
Con el tratamiento adecuado se puede evitar que el edema provoque el deterioro de la mácula, reduciendo el edema antes de que este se cronifique y el daño sea irreversible.
“La cronicidad del EMD aumenta el componente inflamatorio del edema. Una correcta elección del tratamiento en el momento adecuado, que tenga precisamente en cuenta dicho componente, incrementa la probabilidad de conseguir una mayor ganancia visual”, explica el doctor Javier Zarranz-Ventura, especialista en Oftalmología en el Hospital Clínic de Barcelona. La forma de lograrlo pasa por conocer, con exactitud, en qué momento de la enfermedad se encuentra el paciente.
En concreto, el edema macular se clasifica en cuatro fases (temprana, avanzada, grave y atrófica), de acuerdo con la European School for Advanced Studies in Ophthalmology (ESASO). Las más decisivos son el avanzado y el grave, especialmente debido a que la respuesta al tratamiento difiere de forma considerable dependiendo de en cuál de estas dos etapas esté el paciente.
A través de distintas pruebas y mediciones, los oftalmólogos pueden identificar la gravedad de los edemas maculares y proporcionar un tratamiento individualizado gracias a la medición de biomarcadores, las sustancias presentes en el cuerpo (o que se introducen) y que permiten detectar una enfermedad o ayudarnos a saber cómo va a evolucionar.
Entre estos destacan el desprendimiento neurosensorial (DNS), presente en hasta el 30 por ciento de los pacientes con edema macular diabético ; la presencia de puntos hiperreflectivos (HRF), con una prevalencia de aproximadamente 41 por ciento por ciento; el tamaño de los grandes quistes intrarretinianos, que aparecen en aproximadamente el 17 por ciento de los pacientes ; y el alto grosor macular central (>450µm) que padece el 41,6 por ciento de las personas con EMD.
Entre los algoritmos y criterios para definir el tratamiento más adecuado está muy extendida la observación del cristalino, lente que se encuentra tras el iris y delante del humor vítreo y su función principal es enfocar las imágenes. El estado en que se encuentra suele ser una de las primeras cuestiones a tener en cuenta a la hora de elegir qué terapia emplear contra el EMD. Sin embargo, “el estado del cristalino no debe ser el criterio para la elección de tratamiento, sino la condición que estamos tratando, es decir el edema macular que puede provocar ceguera irreversible. Sería más acertado valorar primero el tipo de edema que tiene el paciente y después tener en cuenta otros factores oculares”, concluye la doctora Patricia Udaondo, facultativa del Servicio de Oftalmología del Hospital Universitario y Politécnico La Fe y codirectora de la Clínica Aiken en Valencia.