Buenas tardes,
Debuté como un joven paciente de DM1 allá por 1985. En aquel momento, mi único referente era mi padre (DM1 desde los veintitantos) y mi única guía una endocrinóloga de la vieja escuela. Primero con insulina de origen animal y tiras reactivas para medir la glucemia en orina, después con humulina regular y NPH primero en viales y luego plumas recargables, los primeros glucómetros, y posteriormente ya con plumas desechables pero combinando rápida y NPH durante muchos años.
Durante los primeros años utilicé la enfermedad como excusa para no hacer las cosas que hacía la gente de mi edad. Salía a caminar solo y resolvía las hipoglucemias a base de terrones de azúcar, pero con el conocimiento justo. A raíz de algunas imprudencias y tras tomar contacto con el mundo del senderismo, empecé a tomarme las cosas más en serio. Mi cabezonería me mantuvo combinando rápidas diurnas y mezcla nocturna para eludir el temido cuarto pinchazo (la basal) hasta fecha bastante reciente, cuando ya llevaba un tiempo viviendo e incluso viajando en solitario.
Finalmente di mi brazo a torcer y pasé por lantus, toujeo y finalmente tresiba. Sigo caminando bastante, hago natación para mantener la espalda (tengo una hernia discal) y me opongo radicalmente a pasarme a la bomba e incluso los sensores, a pesar de que he tenido la hemoglobina a 7,3 durante una larga temporada.
A principios de año cedí y probé el Libre 2 durante dos meses justos. Me sirvió para tomar conciencia de unos cuantos vicios, corregirlos y bajar a 7,0 en la última analítica. Pero, tal y como digo, tras haberlo probado y con conocimiento de causa, he renunciado al sensor, y eso que en Catalunya está financiado al 100%.
Al borde de cumplir medio siglo, sin más complicaciones que los clásicos problemas de erección, sigo confiando mi vida a las dos plumas, el glucómetro y los terrones que siguen poblando mi bolsillo.
Saludos!