Los nuevos casos de diabetes tipo 1 infantiles están aumentando en un 3,4 por ciento por año en toda Europa. Si esta tendencia continúa, se duplicaría en los próximos 20 años, según las conclusiones de una investigación investigación publicada en « Diabetologia».
En este trabajo, los autores coordinados por Chris Patterson, del Centro de Salud Pública de la Queen's University Belfast (Reino Unido) analizaron las tasas de incidencia por edad/sexo para el grupo de edad de 0 a 14 años con datos de 26 centros europeos (que representan a 22 países) que habían registrado a las personas recién diagnosticadas a lo largo de 25 años durante el periodo 1989-2013.
Los datos mostraron aumentos significativos en la incidencia en todos menos dos centros. Aaunque algunos hospitales de países con una elevada, incluidos Finlandia, Noruega y Reino Unido, mostraron una reducción en los últimos años, en conjunto se ha obsrvado reveló un aumento del 3,4 por ciento anual en la incidencia.
La diabetes tipo 1 es una enfermedad crónica caracterizada por la incapacidad del cuerpo de producir insulina y que suele desarrollarse en la segunda década de la vida. En la diabetes tipo 1, el páncreas no produce insulina. La insulina es una hormona que ayuda a que la glucosa penetre en las células para suministrarles energía. Sin la insulina, hay un exceso de glucosa que permanece en la sangre.
Y si bien en las últimas décadas se han logrado avances muy significativamente que han permitido mejorar el tratamiento de la enfermedad, todavía queda muchísimo por hacer. No en vano, la esperanza de vida de los pacientes con diabetes tipo 1, si bien ha mejorado en los últimos años, sigue siendo inferior a la de la población no aquejada por la enfermedad.
Enfermedad crónica
Los autores concluyen: «El número cada vez mayor de niños diagnosticados con esta enfermedad crónica, que se asocia con aumentos de morbilidad y mortalidad de por vida, tiene implicaciones importantes para los resposnables sanitarios. El limitado éxito a la hora de identificar el origen -causas ambientales o interacciones gen-ambiente-, que eventualmente podría conducir a la prevención de enfermedades, significa que hay que seguir trabajando para mejorar la calidad de la atención para ayudar a reducir las complicaciones a largo plazo y las muertes relacionadas con la diabetes».
Para los investigadores, la clave está en mejorar el control del azúcar en la sangre que se logrará no solo con métodos más sofisticados de administración de insulina, «sino también con una mayor inversión en los servicios para brindar apoyo a equipos de atención bien entrenados y dedicados con un número suficiente para atender las crecientes necesidades de este grupo de niños y sus familias».