Trabajar 55 o más horas semanales aumenta hasta un 40% el riesgo de fibrilación auricular.
La diabetes tipo 2 es una enfermedad causada por la incapacidad del organismo de producir cantidades suficientes de insulina o de utilizar esta hormona de una forma ‘adecuada’, lo que provoca que la sangre porte un exceso de glucosa que, a la larga, acaba dañando múltiples órganos de todo el cuerpo.
Una enfermedad que padecen cerca de 400 millones de personas en todo el mundo y cuyo riesgo de aparición se encuentra condicionado por diversos factores, muy especialmente por la obesidad. Y según parece, por las largas jornadas laborales.
Cuando menos en el caso de las mujeres. Y es que como muestra un estudio dirigido por investigadores de la Universidad Laval en Quebec (Canadá), las mujeres que trabajan 45 o más horas semanales tienen un mayor riesgo de acabar padeciendo diabetes.
Como explica Mahée Gilbert-Ouimet, directora de esta investigación publicada en la revista «BMJ Open Diabetes Research & Care», «teniendo en cuenta el rápido y substancial incremento de la prevalencia de la diabetes en todo el mundo, la identificación de factores de riesgo, caso de las largas jornadas laborales, tiene una enorme importancia para mejorar la prevención tanto de la diabetes como de sus enfermedades crónicas asociadas».
Cuestión de ‘tiempo’
No es la primera vez que un estudio alerta de que, a la larga, el exceso de horas dedicadas al trabajo tiene consecuencias muy negativas para la salud. Por ejemplo, ya se sabe que las personas con semanas laborales que alcanzan las 55 horas tienen, frente a aquellas que trabajan entre 35 y 40 horas, una probabilidad hasta un 40% mayor de acabar padeciendo fibrilación auricular.
De hecho, tampoco es la primera vez que se observa que la acumulación de jornadas laborales ‘maratonianas’ parece aumentar el riesgo de diabetes. Sin embargo, casi todos los estudios relacionados con esta enfermedad metabólica se habían llevado a cabo exclusivamente con varones. Entonces, ¿qué pasa con las mujeres?
Para responder a esta pregunta, los autores siguieron durante 12 años –de 2003 a 2015– la evolución de 7.065 mujeres y varones canadienses que, con edades comprendidas entre los 35 y los 74 años, fueron divididos en cuatro grupos en función de las horas semanales dedicadas a trabajar –ya fuera esta labor remunerada o no–: entre 15 y 34 horas; 35-40 horas; de 41 a 44 horas; y 45 o más horas.
Trabajar muchas horas podría promover una respuesta de estrés crónico, lo que aumentaría el riesgo de trastornos hormonales y de resistencia a la insulina.
Concluido el seguimiento de 12 años, cerca de un 10% de los participantes había sido diagnosticado de diabetes tipo 2, siendo la incidencia de la enfermedad mayor en los varones y en las personas mayores y/o con obesidad. Sin embargo, y a diferencia de como habían sugerido otros estudios, la duración de las semanas laborales no tuvo ninguna influencia sobre el riesgo de diabetes en varones. De hecho, y una vez descartados otros factores tanto sociodemográficos –entre otros la edad, el índice de masa corporal (IMC) y el estilo de vida– como ‘laborales’ –caso de los cambios de empleo, el número de semanas trabajadas en los últimos 12 meses y el desempeño de una ocupación más ‘activa’ o ‘sedentaria’–, los resultados mostraron la tendencia contraria: a mayor duración de la semana laboral, menor riesgo de diabetes en varones.
No así en el caso de las mujeres. Y es que comparadas frente a aquellas que trabajaban entre 35 y 40 horas a la semana, las mujeres cuyas semanas laborales alcanzaban o superaban las 45 horas presentaron un riesgo hasta un 63% superior de desarrollar diabetes. Un resultado que, una vez más, fue independiente del resto de factores sociodemográficos y ‘laborales’ evaluados.
Pero, ¿cómo se explica que las jornadas laborales más prolongadas aumenten el riesgo de esta enfermedad metabólica? Pues la verdad es que no se sabe. Pero como sugieren los autores, «trabajar muchas horas podría promover una respuesta de estrés crónico en el organismo, lo que conllevaría un incremento del riesgo de trastornos hormonales y de resistencia a la insulina».
Diferencias de género
Es más; dado que se trata de un estudio de tipo ‘observacional’, no se pueden extraer conclusiones que expliquen las diferencias en el riesgo observadas entre las mujeres y los varones. Sin embargo, como indican los autores, «si bien no hay una explicación obvia para las diferencias de género, es posible que las mujeres trabajaran más horas teniendo en cuenta todas las tareas domésticas y las responsabilidades familiares».
Y llegados a este punto, este riesgo de diabetes, ¿hace referencia a la diabetes tipo 1 o a la diabetes tipo 2? Pues una vez más, tampoco se puede decir con certeza, dado que el seguimiento se hizo mediante la evaluación de los historiales médicos y de los resultados de distintas encuestas nacionales de salud, en los que no se establecía el tipo de enfermedad. Sea como fuere, resulta lógico pensar que se trataba de la diabetes tipo 2, pues como concluye Mahée Gilbert-Ouimet, «se estima que la diabetes tipo 1 representa solo un 5% de todos los casos de diabetes en la población adulta».