La inercia terapéutica es la falta de inicio o intensificación del tratamiento cuando está indicado, y no afecta exclusivamente a los médicos, sino que es extensible también al resto de actores que intervienen en el seguimiento de la enfermedad, como el personal de enfermería, el farmacéutico y, en ocasiones, los familiares o cuidadores.
Esta inercia terapéutica es una de las principales causas del mal control glucémico en los pacientes con diabetes y puede impedir los beneficios de un tratamiento adecuado; aunque, sin embargo, aspectos como las características clínicas, el cumplimiento e, incluso, las preferencias del paciente pueden aconsejar la no intensificación del tratamiento.
Para evitarla, se deben pactar unos objetivos que no son iguales para todos los pacientes ya que varían según la edad, las enfermedades concomitantes y las circunstancias personales de cada uno. Así, la inercia terapéutica se produce cuando los profesionales reconocen un problema pero no actúan para iniciar o intensificar el tratamiento.
Según explica el portal El Médico Interactivo, en el caso de la diabetes tipo 2, suele producirse, por lo general, por la falta de autocontrol, ya que el paciente no sigue las directrices que se le marcan desde su médico y personal de enfermería. Sin embargo, hay que tener en cuenta que una pequeña parte de culpa se puede adjudicar al sistema de salud, el cual cada vez va poniendo más trabas para el tratamiento de este tipo de pacientes por motivos económicos.
Esta inercia depende de tres factores que intervienen en todo el proceso asistencial: el médico, habiéndose estimado que su contribución es del 50 %; la del paciente, con un 30 %, y el sistema sanitario, con un 20 %.
En atención primaria la consulta es un proceso, sobre todo para los problemas crónicos, en los que el riesgo es menor y la incertidumbre mayor. La relación entre médico y paciente es continuada en el tiempo, y por eso, hay que cuidar esta relación médico-paciente, para involucrar al paciente en su autocuidado y en la mejora de su cumplimiento terapéutico, así como conocer las creencias del paciente y la capacidad del médico para hacerle ver sus fortalezas y debilidades en el control de su enfermedad.
En el caso de la DM2, es fundamental una buena comunicación, ya que hay que conocer hábitos de vida para buscar la terapia más adecuada, así como el régimen alimenticio y de ejercicio de ese paciente. Por otra parte, a la hora de establecer los objetivos glucémicos, hay que tener presentes los factores clínicos, pero también aspectos psicológicos y socioeconómicos del paciente.
Para evitar la inercia, lo ideal sería que por parte del sistema de salud se implantaran más campañas de información y formación dirigidos a los diabéticos, con testimonios de pacientes reales, los cuales hayan sufrido alguna patología asociada al mal control de la diabetes, para así poder concienciar mas a este tipo de paciente de la gravedad de su enfermedad que si no está controlada correctamente.
También es necesario evitar las rutinas y considerar a cada paciente en su totalidad para establecer unos objetivos individualizados y tratar de conseguirlos.