Las personas que no pueden mantenerlo bajo control son 1.5 veces más propensas a desarrollar la enfermedad.
Un estudio realizado por científicos de la Icahn Escuela de Medicina en Monte Sinaí, en Nueva York, concluyó que quienes tienen dificultades para hacer frente al estrés son 1.5 veces más propensos a desarrollar diabetes que las personas que logran manejarlo y controlarlo.
De acuerdo con el líder del estudio, el doctor Casey Crump, el estrés prolongado daña la capacidad del organismo para regular el azúcar en la sangre. Esto se debe a que dicha condición eleva los niveles de una hormona llamada cortisol, la cual promueve la segregación de la glucosa almacenada en el hígado.
El científico agrega que los malos hábitos también contribuyen y que los individuos con estrés crónico son más propensos a tener una mala alimentación y al sedentarismo, factores que promueven el aumento de peso y la resistencia a la insulina.
La doctora Margarita Pulido Navarro, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (UAM-X), afirma que al verterse la glucosa almacenada en el hígado hacia la sangre se estimula al páncreas a producir mayor cantidad de insulina. “Al mismo tiempo se produce más cortisol, que antagoniza con la acción de la insulina e impide que la glucosa ingrese a las células, por lo que ésta se mantendrá en niveles altos en el torrente sanguíneo”.
La investigadora señala que mientras más expuesta se encuentre una persona a situaciones de estrés, tendrá mayor necesidad de consumir alimentos altos en carbohidratos y grasas. “A ello se agrega que en México, debido a los bajos salarios, no todas las familias pueden acceder al consumo de pescados, verduras y carnes magras, por lo que un porcentaje importante de la población ingiere productos económicos y ricos en calorías vacías”.
La doctora Pulido Navarro puntualiza que es muy importante hablar de las situaciones que nos producen estrés, no esconder las emociones, no disimular la angustia y compartir con las personas de nuestra confianza las penas y las alegrías. A lo anterior se puede incorporar la práctica de alguna actividad recreativa, salir a caminar, hacer ejercicio y escuchar música relajante, pues tales acciones ayudan a disminuir los niveles de cortisol y, por lo tanto, evitan el “disparo” de los de glucosa.