Educar a los pacientes, a las familias, y fortalecer las estrategias comunitarias de prevención, más que una herramienta esencial constituye la clave para hacer frente a la epidemia de diabetes, una enfermedad crónica no transmisible con la que viven en Cuba más de un millón de personas.
«La educación no forma parte del manejo de la diabetes, la educación es el manejo en sí de la diabetes», afirmó a Granma el doctor Manuel Vera González, profesor consultante del Instituto de Endocrinología, recordando las palabras que dijera en fecha tan temprana como 1923, uno de los pioneros de esta especialidad, Elliot P. Joslin.
Justamente sobre este tema y las mejores estrategias para educar a los pacientes jóvenes que padecen esta enfermedad, intervino el entrevistado, también endocrinólogo pediatra, en el IX Congreso Cubano de Endocrinología, que se desarrolla hasta el próximo viernes el Centro Internacional de Salud La Pradera.
De acuerdo con el especialista, en nuestro país, si bien aún no está concluido el registro nacional de diabetes, se estima que hay alrededor de 1 000 niños y jóvenes por debajo de 15 años con esta condición; y podría hablarse de un incremento en el debut de menores de cinco años con dicha enfermedad.
El estrés, los estilos de vidas inadecuados, el consumo de las llamadas comidas chatarras, la dieta no saludable y balanceada durante el embarazo, el sedentarismo, entre otros, son factores que a juicio del experto facilitan que aquellas personas, las cuales ya estaban predispuestos a la patología, tengan mayores posibilidades de desarrollar la diabetes, además a edades más tempranas.
Sin embargo, puntualizó el entrevistado, no basta con educar a nuestros jóvenes y al resto de la población en la importancia de conocer los múltiples factores de riesgo, sino en saber qué hacer cuando estamos expuestos a estos elementos, a las consecuencias que los mismos acarrean, dígase la enfermedad.
En ese sentido, mencionó especialmente las familias. En todo hogar donde haya una persona con una enfermedad crónica, ocurren las llamadas situaciones familiares inadecuadas, dijo el experto, las cuales pueden ser por rechazo, permisividad, tolerancia… y que no permiten un manejo adecuado, por ejemplo, de la condición de diabetes. Son aspectos que el equipo de salud debe aprender a detectar y ayudar a que se superen, especificó.
Comentó que el próximo año se celebrará el aniversario 25 de las convivencias para niños y jóvenes con diabetes, iniciativa que consiste en un ingreso de hospital de día, donde los jóvenes asisten en la mañana y se van en las tardes; pero vienen acompañados de sus padres y familiares lo cual es una ventaja para poder detectar este tipo de situaciones, así como familias disfuncionales, sobreprotección y otra serie de aspectos, explicó el profesor.
Los beneficios, dijo, son múltiples. Porque se trata de educar al paciente, y a su familia también.
«Con las convivencias nos percatamos que podíamos estimular y educar a las madres y los padres también, y que eran una forma de hacerlo muy eficiente, pero de un periodo corto. ¿Y el resto del tiempo que estaban sin educarse?».
De ahí, comentó el doctor Vera González surgió la idea de crear el grupo Endúlzame la vida, no el cuerpo, un proyecto que ya tiene siete años, y que el último sábado de cada mes, a las nueve de la mañana, en el Centro de Atención al Diabético, se convierte en un espacio de aprendizaje –para pacientes niños, jóvenes, adultos y sus familiares– sobre los más disímiles temas: hipoglucemia, hiperglucemia, piercings, tatuajes, sexualidad y embarazo, obstáculos en la vida de las personas con diabetes, mitos y realidades sobre la enfermedad…
«Pero lo importante de este grupo es que los temas los preparan y exponen ellos, nosotros somos los asesores, los que los ayudamos; y hemos visto cómo los muchachos aumentan su autoestima, conocimiento y se están convirtiendo en promotores de salud para distintas actividades en la comunidad», señaló el entrevistado.
«También aprenden que la diabetes, solo te impide lo que tú no seas capaz de hacer, y que las limitaciones las pone uno mismo, no la diabetes. Sobran los ejemplos de personas con diabetes que son científicos, deportistas, músicos… es un terreno donde la sociedad debe desprenderse también de ciertos estereotipos, de creer que alguien no puede hacer algo solo porque tiene la enfermedad», dijo el especialista.
La educación se coloca en el centro de esa lucha, enfatizó el doctor. «Si no saben los riesgos, si no se les enseña cómo convivir con la patología, lógicamente los pacientes harán cosas inadecuadas, pero igual de importante es aceptar la nueva condición. Es lo que garantiza el éxito, pues una vez que somos conscientes de la enfermedad hay una mejor calidad de vida, y ello no se logra imponiéndose, sino educando».
Con el control de la diabetes se decide la vida de muchas personas, en tanto esta es tributaria de las enfermedades cerebrovasculares. Una mejor educación redunda entonces en un manejo más adecuado que evite las numerosas complicaciones que puede provocar.