El entorno familiar es un factor clave en casos de diabetes infantil, que debe fomentar su independencia y autoestima.

Se calcula que en España aproximadamente 29.000 menores de 15 años padecen diabetes y que cada año son diagnosticados unos 1.100 casos nuevos.

Una enfermedad que se caracteriza por presentar elevados niveles de azúcar en sangre, bien por un fallo en la producción de insulina por parte del páncreas (tipo 1) o por la resistencia a la acción que esta debiera ejercer sobre la glucosa con el fin de convertirla en energía (tipo 2).

Es importante partir de esta distinción dado que el 95% de los jóvenes diabéticos padecen diabetes tipo 1, pese a que la más común en términos absolutos sea la tipo 2, propia de adultos mayores de 40 años y principalmente asociada a cuadros de obesidad.

En cualquier caso, sea cual sea la variante y edad en la que se diagnostique, es importante que la familia del afectado comprenda esta enfermedad y adapte a ella su estilo de vida. Una premisa que es mucho más relevante si cabe en casos de diabetes infantil, pues el pequeño ha de aprender a convivir con ella y a actuar con gran responsabilidad.

La actitud familiar es clave

Si tu hijo ha sido diagnosticado, hay dos aspectos en los que hay que trabajar desde el primer momento: asumir que se trata de una enfermedad crónica e incorporar las nuevas rutinas que exige de una manera lo más normalizada posible.

Según la Fundación para la Diabetes, "la actitud de los padres frente a la enfermedad influye de forma directa en el niño", sobre todo tras el diagnóstico, pues el pequeño suele atravesar diferentes fases -negación, rebeldía, negociación y depresión- antes de conseguir adaptarse a ella.

Por ejemplo, si los padres adoptan una actitud de angustia y sobreprotección, generalmente el niño tenderá al rechazo y la rebeldía.

El entorno familiar debe fomentar la autonomía y el autocuidado, favorecer la expresión de sus sentimientos y tratar la diabetes con normalidad. Además, sobre todo en la fase de debut, es importante resolver todas las dudas que puedan surgir con el equipo especialista y acudir al apoyo de educadores o psicólogos si fuera necesario.

Del bebé a la preadolescencia, fase a fase

Un niño diabético, como cualquier otro, crecerá e irá mostrando actitudes propias de su edad, algo que hay que ir combinando con el aprendizaje que exige esta afección.

De este modo, hasta los tres años, los padres asumen toda la responsabilidad en cuanto a controles, dosis o alimentación, deben evitar la sobreprotección y tratar a todos los hijos por igual; entre los 4 y los 5 comienzan a entender la enfermedad (de una manera aún mágica) y a detectar las hipoglucemias; a los 6 y 7 pueden ir tomando pequeñas responsabilidades, como medir y cargar la insulina y a los 7-8 aprender a autoinyectarse.

A partir de ahí, es interesante que el pequeño comience a entender la diabetes de una manera más compleja, la función de la insulina, la importancia de la dieta o de la actividad física en su día a día…

Lo primordial es que vaya asumiendo autonomía y creciendo en conocimiento.

Cuando se entra en fase preadolescente, por su parte, la mayor tarea reside en fomentar la autoestima, pues las relaciones sociales pueden afectar a cómo se valora a sí mismo y cómo se ve dentro de su entorno escolar y de amistades.