Los nuevos medicamentos llegan a nuestras farmacias a través de un proceso riguroso que comienza en el laboratorio y termina con múltiples ensayos en seres humanos pasando por probables estudios en animales, como en el caso de los fármacos de diabetes tipo 2, que se prueban en ratones.
Pero, aunque estos roedores comparten muchas similitudes biológicas con nosotros que los convierten en valiosos sujetos de prueba, obviamente, no son personas, y a veces, los tratamientos que funcionan en ratones fallan sin una explicación en humanos.
Ahora, un estudio publicado en Scientific Reports explica por qué sucede esto.
Los investigadores, de la Universidad de Lund (Suecia) y el King's College de Londres (Reino Unido), han hallado entre los ratones y los seres humanos diferencias previamente desconocidas en la interacción entre los receptores GPCR y las células beta productoras de insulina en el páncreas.
Estos receptores se encuentran en las superficies de muchas células, donde reciben mensajes químicos a través de varias moléculas llamadas proteínas G. Tenemos cerca de 1.000 GPCRs diferentes, que realizan diversas funciones, incluyendo la detección de ciertos gustos y olores, la regulación del sistema inmunológico o la transmisión de señales nerviosas.
Se estima que alrededor del 40% de todos los medicamentos de prescripción moderna tienen como objetivo este tipo de receptor, y funcionan, pero en cuanto al desarrollo de fármacos para la diabetes tipo 2, no se ha tenido éxito. La explicación podría ser, simplemente, que los receptores en las células beta de ratón y humanos no coinciden, algo con lo que los científicos contaban, pero ahora han delineado claramente algunas de estas diferencias y, de paso, han encontrado también algunas similitudes prometedoras.
Las células del páncreas cuelgan en pequeños racimos conocidos como islotes. El equipo comparó islotes de dos tipos de ratones de laboratorio, y de donantes de órganos humanos no diabéticos. Encontraron que los seres humanos no tienen algunos de los GPCRs que se encontraron en islotes del ratón para ayudar con la producción de la insulina. Mientras tanto, otros receptores se encuentran únicamente en humanos. Esto implica, según los expertos, que un fármaco desarrollado para estimular o inhibir un receptor particular que, en ratones, puede conducir a una mayor producción de insulina, podría no tener ningún efecto en los seres humanos, o incluso resultar perjudicial. Y eso no es todo. Los investigadores también encontraron diferencias de los receptores entre los dos tipos de ratones de laboratorio que utilizaron.
La pregunta que se plantea llegados a este punto es clara: ¿debemos continuar desarrollando medicamentos basados en la investigación realizada en ratones, si los fármacos no pueden ser usados en humanos? Los investigadores aseguran que este estudio de comparación será útil para otros científicos que están buscando nuevos medicamentos para la diabetes y pensando en probarlos primero en estos animales. También, afirman haber mapeado un grupo de GPCRs que son similares en ratones y seres humanos, por lo que la investigación con estos animales seguiría teniendo sentido. Esperan que, mejorando la hoja de ruta de diferencias y similitudes, las pruebas de medicamentos sean más precisas en el futuro.
Por otro lado, una investigación conjunta de las Universidades de Gotemburg (Suecia) y Girona (España) explica el mecanismo de acción de la terapia más efectiva terapia contra la diabetes tipo 2, a través del maquillaje de bacterias intestinales. El fármaco metformina se prescribe para reducir la cantidad de glucosa producida por el hígado para ayudar a las personas con diabetes tipo 2 a controlar su azúcar en la sangre. Pero el mecanismo es más complejo que ello, los investigadores hallaron que la clave para mantener a raya a la diabetes tipo 2 está en las bacterias del estómago: en los individuos que se trataban con este medicamento, la composición de las bacterias intestinales cambia mucho más dramáticamente.