El músculo esquelético es el tejido responsable de eliminar la glucosa en sangre tras las comidas, por lo que el daño sobre este tejido acelera la progresión de la diabetes.
La diabetes tipo 1 es una enfermedad crónica englobada en las denominadas ‘patologías autoinmunes’, en las que el sistema inmunitario ataca por error al propio organismo –en este caso concreto, a las células beta de los islotes pancreáticos, responsables de la producción de insulina–.
En consecuencia, y dado que esta insulina es la hormona responsable de que las células capten la glucosa de la sangre para producir energía, el torrente sanguíneo acaba portando un exceso de glucosa, lo que puede acabar provocando daños en múltiples órganos del cuerpo.
Es el caso, entre otros, de los ojos –retinopatía diabética– y de los riñones –nefropatía diabética–. Y asimismo, de los músculos. Y es que como muestra un estudio dirigido por investigadores de la Universidad McMaster en Hamilton (Canadá), la diabetes tipo 1 provoca un daño progresivo en el tejido muscular que puede aumentar, y mucho, el riesgo de sufrir una discapacidad.
Como explica Thomas Hawke, director de esta investigación publicada en la revista «Diabetologia», «ahora ya sabemos que incluso las personas con diabetes físicamente activas experimentan cambios en sus músculos que pueden dañar su capacidad para manejar el azúcar en la sangre. Y dado que esta complicación puede contribuir a largo plazo a un desarrollo más rápido de discapacidad, debemos tratar de abordarla de forma mucho más temprana».
Daño mitocondrial
En el estudio, los autores analizaron las muestras de tejido muscular tomadas a adultos jóvenes con y sin diabetes tipo 1 y físicamente activos. De hecho, todos los participantes cumplían con creces las recomendaciones sobre ejercicio físico elaboradas por la Asociación Canadiense de Diabetes –básicamente, 150 minutos de actividad aeróbica y tres sesiones de ejercicio de resistencia a la semana.
Los resultados mostraron alteraciones tanto estructurales como funcionales en las mitocondrias –esto es, los orgánulos responsables procesar los nutrientes y el oxígeno para generar la energía que requieren las células– de las células musculares de los pacientes con diabetes tipo 1. Y estas ‘alteraciones’, ¿eran importantes? Pues sí, y mucho. No en vano, provocaban que las mitocondrias tuvieran una menor capacidad para producir energía para el músculo y, además, liberaran mayores cantidades de especies reactivas de oxígeno –o lo que es lo mismo, de ‘radicales libres’, muy dañinos para las células.
El músculo esquelético es nuestro órgano metabólico más grande y el tejido principal para eliminar el azúcar en sangre tras las comidas.
Como indican los autores, «estos cambios pueden dar lugar a un metabolismo ‘disminuido’, a una mayor dificultad para controlar la glucosa en sangre y, de no tratarse, a una tasa acelerada de desarrollo de discapacidad. Así, nuestro trabajo añade la mala salud muscular a la lista de complicaciones de la diabetes tipo 1, en la que se incluyen el daño neuronal, la enfermedad cardiovascular y los trastornos renales».
Debe tenerse en cuenta que, como recuerda Christopher Perry, co-autor de la investigación, «el músculo esquelético es nuestro órgano metabólico más grande y el tejido principal para eliminar el azúcar en sangre tras las comidas, por lo que debemos mantener el músculo tan sano como sea posible».
¿Más ejercicio?
En definitiva, la diabetes tipo 1 provoca un daño en las mitocondrias de las células musculares y, por ende, en todo el tejido muscular. Y dado que el músculo es absolutamente esencial para captar el exceso de azúcar en la sangre, el control de los niveles de glucosa –o lo que es lo mismo, de la propia diabetes– se ve notablemente dificultado, lo que aumenta el riesgo de que se produzca un daño en el resto de tejidos y órganos.
Como apunta Christopher Perry, «creemos que estas mitocondrias disfuncionales son las que están causando que el músculo no utilice la glucosa adecuadamente. Un proceso que, a su vez, daña a las células musculares. Realmente nos ha sorprendido observar este daño muscular en jóvenes con diabetes tipo 1 que practican ejercicio de forma regular».
Pero, ¿no hay nada que se pueda hacer? Pues sí. Es bien sabido que el ejercicio aeróbico regular aumenta la cantidad de mitocondrias en el músculo, lo que ayuda a las células musculares a consumir más glucosa y ser más eficientes. Por tanto, es posible que las personas con diabetes tipo 1 requieran realizar más ejercicio aeróbico del recomendado en las guías.
Como concluye Christopher Perry, «dadas las nuevas evidencias, es necesario revisar las guías de práctica clínica para la diabetes tipo 1 y replantear las recomendaciones sobre ejercicio físico para esta población de pacientes con objeto de salvaguardar su salud».