Es Daniel Albero, sin proponérselo, una lección. Una que no se aprende en el colegio ni en los libros, sino en la vida, en el día a día. Y que puede ayudar a todos, sin proponérselo. Es Daniel Albero (@DiabeticoDakar) un amante de las motos, un piloto con un sueño bajo el casco: participar en el Dakar 2018.
Es Daniel Albero un creador de realidades, de mundos mejores en los que una enfermedad no es ningún impedimento sino un mayor impulso para seguir viviendo.
Con ocho años, una meningitis aguda marcó de por vida a Albero: lo llevó a un coma durante casi un mes y, al despertar, se encontró con una diabetes de Tipo 1 como compañera de por vida, que lo obliga a hacerse controles y a llevar siempre su insulina a cuestas. No le impide hacer deporte, pero sí llevar muchos controles, como los del equipo ciclista Novo Nordisk.
Por eso fue él quien enseñó a su familia que nada puede romper los sueños que uno persigue con más ilusión que dinero. Con lo que ganó de sus habilidades musicales, se compró una Kawasaki KX 125, un vehículo para dibujar sobre la tierra las nuevas realidades que se propuso protagonizar.
«Mis éxitos no eran muy grandes, pero terminaba todas aquellas carreras a las que me presentaba. Esto era muy importante para mí, teniendo en cuenta los pocos recursos que tenía y con mi enfermedad a las espaldas… aunque esto, nunca lo confesaba», comenta el piloto.
De forma amateur dedica sus ratos libres a la moto. Aunque para sobrevivir invierte sus energías en el restaurante «El Pitch». Y todo parece ir sobre ruedas hasta que la muerte súbita de su hijo recién nacido y la crisis que lo obliga a cerrar su negocio le hacen recapacitar sobre la importancia de ser feliz por encima de convencionalismos.
Es la moto la que lo saca de la depresión y es con ella con la que se plantea un futuro enriquecedor, de crecimiento personal. Desde 2014 participa en el Campeonato de España de Rallies TT, la Baja Aragón o la Panáfrica. Pero el objetivo se hace todavía más grande. Y en 2018 quiere estar en la salida del Dakar.
Es una prueba dura, las más difícil del mundo. Pero las dificultades no empiezan en la salida, sino mucho antes. Es el camino que está trazando ahora Albero: la búsqueda de material, de equipo, de infraestructura económica y de sustento.
Ya cuenta con el apoyo de empresas como Marqueset o Dubon Racing y entidades como el Hospital Universitario de la Ribera y MotoDes, pero por su enfermedad le exigen a ir con «mochilero», lo que aumenta el presupuesto. Pero Albero tiene claro cómo afrontar la situación: quiere ser el primer diabético en disputar un Dakar.
Por el momento, nada lo ha frenado. Y no lo hará la insulina. Al contrario, ella es su impulso para retar al mundo. Ese que le dice que no debería hacer esto o lo otro. Él es la prueba de que la realidad es mucho más de lo que dicen.