Nixon Vale es profesor universitario, pero su pasión siempre ha sido la música. Contaba con una extensa colección de instrumentos, pero uno a uno ha ido vendiéndolos. En total tenía 17. Ahora, apenas le quedan tres.
El hombre de 48 años no solo ha tenido que despedirse de sus posesiones musicales, sino también de prendas de metales valiosos y equipos electrónicos. Todo con el propósito de completar el dinero suficiente para pagarle el tratamiento a su madre y a su esposa, ambas pacientes con diabetes e insulinodependientes.
“He ido vendiendo cosas poco a poco para sortear esta situación. Mis instrumentos, oro, prendas. Lo que yo gano no alcanza para comprar la insulina que utiliza mi mamá, pero he tratado de vender lo posible para que ella no se quede sin sus medicinas“, lamenta Nixon, quien también padece de diabetes tipo II y debe conseguir sus propios medicamentos.
La inflación tiene a su familia de manos atadas: la caja de insulina NPH que Nixon solía comprarle a su madre anteriormente en apenas 29 bolívares, ahora está cerca de los Bs. 3 millones, una suma que con su sueldo de docente universitario no se puede dar el lujo de costear.
Tampoco la mayoría de la población: el medicamento equivale a más de tres salarios mínimos, según el más reciente aumento anunciado por el Ejecutivo, el pasado 1 de marzo, y que sitúa el ingreso básico mensual de un trabajador en Bs. 1.307.646.
El costo de la insulina también está muy por encima de lo que Elkys del Carmen Hernández, de 69 años y madre de Nixon, puede pagar. “Ella es jubilada del Ministerio de Educación y con lo que cobra no le alcanza ni siquiera dejando de comer tres meses”, lamenta el hijo. El bolsillo se le encoge cada vez que debe adquirir la insulina.
A punta de donaciones y de empeños
Ante la imposibilidad de costear el tratamiento, decenas de pacientes se han volcado a las redes sociales y a las fundaciones para dar con alguna donación.
Es lunes 26 de marzo y Nixon fue hasta el municipio Chacao, en la Gran Caracas, para retirar unas donaciones de insulina para su esposa y su mamá. Un contacto en un centro de salud le dijo a Mailyn Silva, pareja de Nixon, que alguien podría ayudarles, así fuera con unas cuantas dosis.
Esa parece ser la única vía para conseguir la insulina de Elkys del Carmen, pues los medios habilitados por el Estado le han servido de poco. En octubre del año pasado, Nixon registró a su madre en el sistema 0-800-Salud para recibir el medicamento. No fue sino tres meses después, en enero de 2018, cuando tuvo el tratamiento en sus manos. “Fue apenas un frasquito y además estaba vencido“, apunta.
El drama no es solo conseguir el medicamento, sino enviárselo a Elkys del Carmen hasta Valera, estado Trujillo, donde reside. El hijo debe viajar 593 kilómetros desde la capital hasta Los Andes venezolanos para poder hacer entrega de la hormona a tiempo, antes de que se produzca una descompensación o, peor aún, un coma diabético.
Enviar el encargo por correspondencia está prohibido y es un riesgo casi tan grande como no enviarlo.
“Hemos intentado mandarle los medicamentos por correo, pero en dos ocasiones se perdieron las encomiendas“, lamenta Nixon. Una vez enviaron dos cajitas al Hospital Central de Valera, donde era atendida la sexageneria, pero a las manos de sus familiares solo llegó una. La otra insulina, sospecha, la hurtaron los mismos trabajadores del centro de salud.
Maylin Silva es esposa de Nixon y paciente con diabetes desde los nueve años. También ha empeñado parte de sus pertenencias para poder redondear para el tratamiento. “Tenía un equipo de sonido y un DVD, pero he ido vendiendo mis cosas para comprar mis medicinas“, dice.
Necesita insulina NPH e insulina cristalina para tratar su condición, pero ambas son tan escasas como costosas. Lo máximo que ha pasado Mailyn sin el tratamiento han sido apenas unos días. Al igual que decenas de pacientes, se ha visto en la necesidad de reducir sus dosis al mínimo para hacer rendir la insulina.
La paciente insulinodependiente también es trasplantada. Este 2018 cumple ocho años desde que recibió su nuevo riñón. Su órgano se vio deteriorado por complicaciones médicas y por el silencioso paso de la diabetes.
Desde el 23 de agosto de 2010, fecha en la que le realizaron la operación a Mailyn, la paciente toma Myfortic y Rapamune, dos medicamentos inmunosupresores vitales para evitar el rechazo del nuevo riñón. Ambos son tan difíciles de conseguir como la insulina.
Los dos tratamientos de Mailyn están contados. El lunes recién recibió unas dosis de insulina y su reserva de inmunosupresores le alcanza para un mes más. Sin embargo, ni Mailyn ni Nixon desfallecen ante la enfermedad, la adversidad y la crisis. “Aquí estamos, luchando”, afirma la paciente.