Pablo tiene diez años y callos en las manos. Se le han formado en las yemas de los dedos por los, al menos, seis pinchazos diarios que necesitaba para medir el nivel de azúcar en la sangre y ajustar las dosis de insulina con la que trata la diabetes tipo 1 que padece desde los ocho.
Cuenta que ha probado a tocar ollas al fuego y no ha percibido nada. "Ahora podré sentir más los dedos, qué agarro, notar el calor y el frío y también el dolor", explica. ¿Cómo? Porque esta semana ha empezado a usar uno de los sistemas de monitorización de la glucosa que ya han llegado al mercado.
Ha cambiado los picotazos y las gotas de sangre por el simple escaneo de un sensor adherido a su antebrazo con un lector más pequeño que un móvil. Solo tiene que cambiarlo cada 14 días.
¿Cuál es el problema? Que cuesta 120 euros al mes y la Xunta, a diferencia de otras gobiernos autonómicos y del de Portugal, no lo financia.
Los pacientes y los médicos coinciden: la Administración debe cubrir estos nuevos sistemas de medición de la glucosa. No solo porque mejoran su calidad de vida, sino porque registra los niveles en todo momento y, con ello, mejoran el control de la enfermedad y evitan sus complicaciones.
En su próxima reunión, la junta directiva de la Sociedad Galega de Endocrinoloxía Nutrición e Metabolismo (SGENM) abordará esta necesidad y solicitará una cita con Sanidade para plantear esta demanda. "Es fundamental que todos estos sistemas se financien", defiende la secretaria del colectivo profesional y jefa de este servicio en el Hospital de A Coruña, Teresa Martínez. La demanda es compartida por la Asociación de Nenos e Nenas con Diabetes de Galicia (Anedia).
Reclaman que se conceda a los pacientes el sistema de monitorización que el médico considere mejor en cada caso. El que Pediatría del Álvaro Cunqueiro le ha indicado a Pablo es de medición "flash". Hay que pasar el lector para, por radiofrecuencia, ver en su pantalla la información que el sensor ha recogido en las últimas horas. Es el que más se recomienda porque el precio es más accesible.
Canarias, Valencia, Euskadi, Castilla-La Mancha y Portugal ya lo financian. Hay otros, más avanzados, de monitorización continua, con lecturas cada pocos minutos y el envío de esta información a una aplicación móvil -lo que también permite el control de los hijos a distancia-. La principal ventaja es que alertan cuándo se va a producir una bajada de azúcar para poder evitarla. La Administración -también la gallega- solo cubre estos sistemas en ciertos casos. Anedia reclama que el acceso sea generalizado. La doctora Martínez añade que, además, sus precios están bajando.
¿Quiénes se beneficiarían de esta medida? El endocrino Manuel Botana explica que sería una "ventaja" para todos los pacientes que se inyectan insulina varias veces al día, porque pincharse para medir la glucosa "es un rollo, es doloroso y es caro". Serían todos los que padecen la del tipo 1-con una media de cuatro dosis al día- y aquellos del tipo 2 que también han llegado a este tratamiento cuando ya no son capaces de manejar la enfermedad con pastillas y dieta.
También para las mujeres con diabetes durante el embarazo, porque reduce las complicaciones perinatales y fetales. Son varios miles de gallegos, aunque la inexistencia de un registro impide concretar. Pero los más beneficiados serían los niños que no saben explicar cómo se encuentran. Son alrededor de un millar, según los datos de la Anedia. En el área de Vigo, 103.
"La calidad de vida de los padres es malísima porque tienen que estar vigilándoles el nivel de azúcar a todas las horas del día y de la noche", explica el doctor Botana. La madre de Pablo, Lidia García, cuenta que tiene que medirse la glucosa, al menos, antes del desayuno, el almuerzo, la comida, la merienda y la cena, para saber qué tipo de alimentos puede comer y en qué cantidades. También cuando ya está acostado, porque no pueden pasar muchas horas sin controlarlo.
Su padre, Jorge González, describe cómo entraba con una linterna en la habitación y le pinchaba con cautela para intentar que no se despertara. Estos seis controles son los mínimos al día. Si hace deporte, hay que sumarle otro; si se encuentra mal, otro... Hay pacientes, como la hija de la presidenta de Anedia, Ana Pérez, que alcanzan los 15 diarios.
No es que este sistema les vaya a evitar todos los pinchazos. La piel tiene tres capas. El picotazo tradicional saca sangre de la tercera más profunda, la hipodermis, mientras que el sensor de la monitorización introduce su filamento en la segunda, la dermis, y mide la glucosa en su líquido intersticial. Por ello, para calibrar el sensor y para comprobar variaciones importantes, es necesario pinchar para contrastarlo en sangre. Pero se reducen de forma notable estos dolorosos picotazos a unos pacientes que ya tienen que inyectarse insulina varias veces al día.
Además, los médicos están convencidos también de su rentabilidad económica. No solo porque la Administración ya destina entre 75 y 100 euros al mes por paciente en unas tiras reactivas que se podría ahorrar en gran parte. También por ahorros futuros. "Son un avance tremendo para mejorar la calidad de vida, pero también para prevenir complicaciones", señala el doctor Botana. Profundiza que en lo que más se nota, a corto plazo, es en que se evitan las bajadas de azúcar -o hipoglucemias-.
Pero a largo plazo, este mejor control reduce consecuencias como la ceguera o la insuficiencia renal, librando de sus costes al sistema. Y es que "las hipoglucemias repetidas pueden provocar problemas más graves", apunta la doctora Martínez. Y sin estos sistemas de monitorización, muchas no se detectan.