La Conferencia Internacional sobre Tecnologías para la Diabetes, celebrada en París, pone encima de la mesa la creciente importancia de sensores y dispositivos conectados para mejorar la calidad de vida de los diabéticos.
Por el momento, la diabetes no tiene -ni se le espera- una cura, por lo que los principales esfuerzos de la industria médica pasan por mejorar la calidad de vida de los que la padecen y evitar los efectos asociados a esta enfermedad, que van desde sobrepeso hasta la muerte.
Unas innovaciones que hemos podido ver de primera mano en París, durante la décima Conferencia Internacional sobre Tecnologías y Tratamientos Avanzados para la Diabetes (ATTD 2017).
En esta feria se han congregado médicos, científicos, start ups y firmas farmacéuticas con el fin de mostrar lo último en análogos de insulina, nuevos sistemas de suministro, bombas de insulina, sensores de glucosa, dispositivos para la prevención diabética o páncreas artificiales.
Uno de los gadgets que más interés atrajo en el ATTD 2017 fue FreeStyle Libre, un medidor de glucosa desarrollado por Abbott que permite registrar los niveles de azúcar en sangre sin necesidad de pinchar el dedo, de forma rápida y discreta. El sistema emplea un pequeño sensor que se coloca sobre la piel del diabético, insertando una fina lámina de menos de cinco milímetros en el cuerpo.
Este dispositivo queda sujeto -incluso bajo el agua o al hacer deporte- y es preciso durante 14 días, tras lo cual debe ser reemplazado.
Para leer los resultados, el paciente tan sólo debe acercar un lector NFC al sensor, incluso sobre la ropa. Así se recopilan todas las mediciones, tanto la actual como un historial de ocho horas.
Datos que después se pueden enviar a un ordenador o a un smartphone para establecer tendencias y analizar más variables que permitan optimizar las dosis de insulina, la alimentación y los hábitos del paciente para evitar crisis de hipoglucemia e hiperglucemia.
Hasta ahora, equipos similares habían fracasado por su inexactitud frente al tradicional análisis de tiras. Sin embargo, Abbott ha traído estudios al ATTD 2017 que demuestran cómo la desviación relativa frente a los medidores tradicionales apenas supera el 11%; el 99,7% de los resultados está comprendido en un margen de error óptimo, tanto en adultos como en mujeres embarazadas.
El dispositivo ya lo usan 200.000 pacientes en toda Europa. Y eso a pesar de que no está cubierto por la mayoría de los sistemas públicos de salud, incluido el español. Gracias a la ayuda de FreeStyleLibre, han logrado una reducción de hasta el 60% en los picos de hipoglucemia.
El siguiente paso, como adelanta a INNOVADORES JoelGoldsmith, Head of Innovation en Abbott Diabetes Care, es eliminar el lector inalámbrico y hacer que una simple y cómoda 'app' móvil pueda reconocer las mediciones del sensor. Asimismo, Abbott está en conversaciones con fabricantes de bombas de insulina para conectar este sistema de monitorización a otro que entrega la dosis ideal de insulina al paciente.
De hecho, el otro gran nombre del ATTD 2017 ha sido Medtronic, una de las empresas de moda en esta convergencia de tecnología y salud, con las bombas de insulina como bandera de la compañía. En ese sentido, esta semana se ha hecho público un acuerdo entre esta compañía y la multinacional Roche para desarrollar un medidor de glucemia basado en la conectividad Bluetooth Low Energy (BLE), que se comunicará con los futuros sistemas de bomba de insulina de Medtronic.
'Start-ups'
Junto a las grandes firmas, también se van congregando más y más 'start-ups' especializadas en tratar con los efectos y los quehaceres que la diabetes impone a los que la sufren. Es el caso de Sugar Sleuth, una app que facilita la comprensión de las causas de variaciones en los niveles de glucosa para educar a los pacientes en los mejores hábitos de salud.
Otras como Diatrends Biotech apuestan por la interconexión de big data e inteligencia artificial para entrenar a los diabéticos, mientras que otras como la sueca Ilya Pharma se ha especializado en fármacos biológicos para acelerar la cicatrización de las heridas.
En el ámbito de la monitorización encontramos propuestas originales como la de JupiterDevices, que usa una tecnología no invasiva de espectroscopia por microondas de alta resolución para detectar los niveles de glucosa. A su vez, Ther Nova es una 'start-up' norteamericana que ha conseguido desarrollar un páncreas artificial intraperitoneal.
Desde y para el paciente
«Es clave involucrar a los pacientes en la innovación en diabetes, porque somos los que sufrimos sus consecuencias y podemos retratar mejor las necesidades que tenemos», explicó Gerard Raymond, director de la Federación Francesa de Diabéticos.
«La visión del paciente es capital. Si las empresas no la hacen suya, jamás podrán bajar los niveles de glucosa en sangre».
Desde la entidad también han exigido al Gobierno galo («algo sordo en estos temas») que apueste por los nuevos dispositivos y técnicas, facilitando su inclusión en el sistema público de salud.
Big Data
Durante el ATTD 2017 celebrado en París, una de las ponencias más excéntricas -pero no por ello menos acertada- fue la encarnada por el siempre provocador Laurent Alexandre, presidente de DNAvision y autor de 'The Death of Death'. En su intervención, el visionario ha arrojado un jarro de agua fría sobre la investigación biotecnológica en diabetes para reivindicar, al mismo tiempo, el creciente rol del análisis de datos en la vida de los pacientes de esta enfermedad.
«La próxima revolución en diabetes vendrá por los datos, no por tratamientos médicos. No hay ningún nuevo tratamiento desde hace años, no se está gestando ninguno ahora mismo. No va a aparecer una pastilla que nos tomemos al desayuno, como la del colesterol, que cure la enfermedad... al menos no en los próximos cinco años», ha explicado.
«Se ha sobrestimado el alcance de la genómica, de la investigación con células madre y con nanotecnología, mientras que se subestimó el poder de la información para evitar los dramáticos efectos de la diabetes sobre nuestros cuerpos».
Para Laurent Alexandre, «los médicos todavía no son conscientes de cómo la inteligencia artificial va a ser la gran revolución médica, mientras que el resto de investigaciones van a seguir decepcionándonos, al menos hasta la década de 2035, cuando se espera que la nanotecnología por fin logre despegar».
Y si los médicos no comprenden el nuevo escenario en que nos movemos, las autoridades menos todavía, «la regulación está atrasada, los gobiernos no están acostumbrados a regular información clínica de forma activa para el paciente ni a controlar los propios dispositivos que generan y procesan esos datos».