La otra cara de la diabetes es esa que no quieres ver, esa que no quieres mirar, esa que a veces te causa dolor y sufrimiento. Pero no hay oscuridad sin luz al mismo tiempo, porque lo que no te mata te hace más fuerte. Esa es la verdadera cara de la diabetes.
Así que déjame que te insista, te machaque y te repita que lo que no te mata te hace más fuerte. Porque la diabetes te ha hecho fuerte.
Sí, te ha hecho fuerte. Y te ha enseñado, te ha enseñado cosas que pudiste hacer y no hiciste por tener diabetes, lo que pudiste tener y no tuviste por tener diabetes, lo que pudiste aprender y no aprendiste, lo que pudiste ser y no fuiste.
La diabetes te ha dejado tocado y hundido, te ha dejado tirado por los suelos, te ha impedido alcanzar algún sueño… Te ha condicionado a una vida de insulina, agujas y auto-control. A una vida donde ella es lo más importante, porque yo no sé lo que no sé, pero esto sí que lo sé.
Y al menos en mi caso, así me va.
Y eso de que hay enfermedades mucho peores y que suerte que nos haya tocado la diabetes, ¡menuda patraña! A mí eso no me consuela, a mí me duele vivir cada día con diabetes.
Como nos gustaría a todos vivir una vida sin diabetes, tendría que ser increíble.
Pero no hay mal que por bien no venga y eso es una verdad como un templo porque la diabetes te ha hecho fuerte, muy fuerte, más fuerte que una roca. Te ha enseñado a vivir una vida de lucha y de superación. Te ha enseñado a creer en ti mismo y en lo que puedes llegar a hacer. Te ha enseñado a no derramar más lágrimas por ella, a perder ciertas costumbres y ganar otras, otras mucho mejores.
Y te ha enseñado a que no estás solo, no eres el único que tienes diabetes, muchos también la tenemos y estamos aquí para ti.
Todavía te queda mucho por hacer, mucho por descubrir, muchas batallas por ganar. Pero tú eres el dueño de tu propio destino. Que la diabetes no te pare.
Porque lo que no te mata te hace más fuerte.