Le diagnosticaron la enfermedad a los 17 años y eso le dificultó el ingreso a la carrera de Educación Física. Sin embargo, pudo completarla y además encaró proyectos deportivos para sensibilizar sobre la patología.
Abayubá Rodríguez tiene 49 años, es profesor de Educación Física, director de la Escuela Argentina de Triatlón y organizador de eventos de Iron Man, una prueba deportiva exigente que implica completar en un tiempo máximo de 17 horas tres etapas: 3,86 kilómetros de natación; 180 de ciclismo y 42,2 de carrera a pie o maratón.
Además, fue noticia en 2008 por ser el padre del primer bebé nacido por vitrificación de óvulos, una técnica cada vez más utilizada en el país. Esa práctica le permitió ser padre a los 40 años, luego de 12 de intentarlo con diversos tratamientos con su esposa.
Rodríguez es claramente un hombre que no se rinde y no solo porque se dedica a una disciplina exigente, ni porque no desistió a su deseo de ser padre cuando la naturaleza le ponía obstáculos.
A los 17, cuando comenzaba su camino profesional, se topó con el primer gran obstáculo: el diagnóstico de diabetes. Eso lo enfrentó a un cambio de vida y a un esfuerzo adicional para ingresar al Profesorado de Educación Física.
Es insulinodependiente, pero eso no le impidió hacer triatlón y, con el fin de extremar el desafío y de motivar a la población que tiene diabetes, lideró una cruzada conocida como “Proyecto bandera al cielo” que se desarrolló durante cuatro años. A través de ella, deportistas de ocho países realizaron 11 eventos con el eslogan “Con diabetes, se puede”, lo que incluyó hitos como el Tetratlón de Chapelco en 2007 –al comienzo de la iniciativa– o el ascenso al Aconcagua en febrero de 2011.
“Siempre digo: ‘Antes pensaba que la salud dependía de la suerte, pero ahora sé que depende de mí’”, destaca Rodríguez, también director deportivo de Iron Man Argentina. “Entreno desde hace 30 años, ahora lo tomo de manera más recreativa y con el objetivo de mantenerme en actividad”, agrega. Por su centro –afirma– pasaron 5.200 personas, la mayoría no tenía diabetes, pero tampoco la tenía tan fácil: debían romper la inercia, vencer límites físicos y mentales.
Con el objetivo de aprovechar más la asociación entre su actividad y la enfermedad crónica que tiene, Rodríguez realizó el curso de Educador en Diabetes que realiza la Sociedad Argentina de Diabetes (SAD). “Quería tener un conocimiento más formal”, resume.
Fue también una forma de profundizar en el autoconocimiento, un aprendizaje que había comenzado con el diagnóstico y continuó en el Profesorado.
“Mis padres estaban relacionados con la medicina y ambos me pusieron bajo los mejores profesionales”, recuerda. “Ellos me sugerían que yo no podría tener una vida plena, por lo menos, en el sentido de plenitud que quería yo”, añade. Y completa: “Todos tenemos condicionantes y el mío es uno más. La tecnología me permite hacer varias pruebas de glucosa por día y suministrarme insulina, en función de indicadores, algo que hace 30 años no podía”.
Aclara que procura “no adoctrinar a la gente sobre el cuidado de la salud, sino normalizar su vida”, haciendo referencia a una forma de emitir mensajes que podría ser contraproducente. Y remata con una frase que es común entre quienes superan cualquier tipo de dificultad: “Lo que no mata, fortalece. Eso fue un lema clave para mí”.
Cuenta además que los deportistas que participaron en Bandera al cielo permanecen comunicados en distintos grupos. Eso les permite también socializar experiencias y conocimientos sobre la enfermedad que comparten. “Cada uno trae lo último del mercado, tanto en materia de medicamentos, como de insumos, y sacamos conclusiones en base a eso”.
Y completa: “La programación de eventos se suspendió, quedó lo afectivo y cada uno siguió en su país, en su comunidad y aprovechó la experiencia”.
Insiste en que, aunque es educador, su rol no tiene que ver con difundir conocimientos: “Somos más público que protagonistas y más ignorantes que conocedores. La idea es ayudar al otro”.
Rodríguez aclara que toma precauciones para la prevención secundaria; es decir, la que procura evitar complicaciones de la diabetes. “No soy un kamikaze. Hemos estado en lugares complicados, como la alta montaña, y uno entiende que hay recaudos que hay que tomar, tenga diabetes o no. Hay que recordar, por ejemplo, que uno puede tener menos sensibilidad en los pies y que lo pueden afectar las lesiones”. “Simplemente, me cuido”, concluye.