Un sábado por la madrugada, la sed despertó a Berenice Ruiz. Al regresar a su recámara, se desvaneció sin motivo aparente. A la mañana siguiente, sus padres la llevaron al hospital para realizarle estudios y averiguar qué había provocado la caída. Días después, los médicos llamaron a su casa. Tenían que internarla de emergencia.
Una descompensación en sus niveles de azúcar y una fuerte carga genética provocó que a los 15 años fuera diagnosticada con diabetes tipo 1. Desde entonces padece esta enfermedad.
La doctora le comentó que tendría que modificar ciertos hábitos y comer con restricciones, además de aprender a inyectarse insulina, medirse los niveles de glucosa en la sangre y hacer ejercicio.
“Para mi fortuna, me diagnosticaron a los 15, una edad en la que ya podía comprender mejor lo que ocurría. Soy consciente de lo que me pasa y puedo hacer algo al respecto”.
El primer cambio para Berenice fue tener que inyectarse y usar el glucómetro. Aprendió a hacerlo por sí misma, pues estos hábitos le ayudan a tener un control estricto de sus niveles de azúcar y de la cantidad de insulina que debe usar diariamente.
“Es cansado estarme inyectando, yendo a doctores o que mi nivel de azúcar no sea el ideal, aunque lo intente”, lamenta la joven.
Aunado a ello, hay alimentos a los que debe renunciar, como el pan de dulce. Berenice asegura que fue difícil dejarlo, pues es un gusto heredado de su padre y uno de los mayores sacrificios que ha hecho, al igual que acostumbrarse a comer verduras.
“A veces siento que ya me cansé de estar enferma, es como tener un trabajo que no te gusta, vas todos los días a la oficina, se te hace una rutina y piensas: ‘Ya quiero renunciar, pero no puedes’”.
Según la Federación Internacional de Diabetes, en el mundo 542 mil niños viven con diabetes tipo 1, mientras que 78 mil la desarrollan. En el caso de la diabetes tipo 1 o juvenil, el páncreas no produce insulina, una hormona que ayuda a que la glucosa ingrese a las células y éstas produzcan energía que es necesaria para el cuerpo, porque sin ella el azúcar se queda en la sangre.
La vocera de la Federación Mexicana de Diabetes, la doctora María del Mar Aguirre Salmones, comentó que en México no se tiene un registro específico de las personas que padecen esta enfermedad, sólo existen datos por parte de la Secretaría de Salud que indican que el año pasado había una tasa de cinco personas por cada 100 habitantes que desarrollan diabetes tipo 1.
Por otra parte, la variante tipo 2 va en aumento en México en niños, a causa de la obesidad. Nuestro país ocupa el sexto lugar mundial en número de personas con diabetes.
A pesar de todo, Berenice considera que su vida lleva un ritmo normal y dice no sentirse diferente o excluida. “Hay veces que es necesario explicar qué es lo que puedo o no comer, nunca he tenido problemas con decir lo que tengo, pero no es necesario estarlo diciendo”.
Berenice comenta que al conocer su condición, nota que las personas saben poco acerca de la enfermedad y pueden llegar a tener una idea equivocada de que las personas con diabetes no pueden comer casi nada.
“Realmente puedes tener una vida normal, el problema es que, si no te cuidas debidamente, los doctores comienzan a decirte que a los 30 o 35 años puedes tener una falla renal o alguna otra enfermedad, es lo que me puede impactar, porque me hacen pensar que puedo padecerlo. Por ese lado sí me da miedo, pues es cierto lo que dicen, es una enfermedad silenciosa, puede que no te des cuenta, pero a la larga ves los resultados por no cuidarte.
“Para mí, después de enfermarme, fue madurar, no soy la misma persona que era antes, soy más comprensiva y veo el mundo de otra forma. Antes me tomaba muy a pecho las cosas, ahora no es así. La verdad nunca he sentido que nadie me comprende, a pesar de que no estaba muy sana, lo he sabido llevar”.