Dos películas con personajes diabéticos fueron el puntapié inicial de un intercambio entre pacientes, familiares y médicos sobre cómo es vivir hoy con esta enfermedad que afecta a más de 400 millones de personas en todo el mundo
La primera sorpresa aparece al ingresar al auditorio, cuando entregan la “pochoclera bajas calorías”. La caja de cartón imita a esas que se venden en combo junto con la película, llenas de palomitas de maíz. Esta, en cambio, tiene una barrita de cereal, un capuccino light, caramelos sin azúcar, un agua mineral, un sobrecito con una crema para piel delicada y varios folletos con información. Una leyenda, escrita bien grande, anticipa sobre el cartón lo que vendrá cuando se apaguen las luces: “Diabetes en el cine”.
Es que, como parte de las actividades por el Día Mundial de concientización sobre esta enfermedad —que es el 14 de noviembre de cada año— la Federación Argentina de Diabetes (FAD) convocó a compartir una tarde de cine donde esa condición con la que viven más de 400 millones de personas en el mundo fue “la” protagonista de la pantalla.
Para eso, se proyectaron versiones editadas de dos filmes: La habitación del pánico, que se estrenó en 2002, dirigida por David Fincher, con Jodie Foster, y Magnolias de acero, con dirección de Herbert Ross, protagonizada por Julia Roberts y Sally Field. En La habitación del pánico una mujer y su hija se ven obligadas a permanecer en una habitación de la que no pueden salir. Pero la hija es diabética, y sufre una hipoglucemia. En Magnolias de acero, estrenada en 1989, la protagonista, que tiene diabetes tipo 1, decide tener un hijo aunque su médico le ha advertido que pone gravemente en riesgo su vida.
Mitos y temores
Acompañada por su mamá, Micaela (16), diagnosticada de diabetes en abril pasado dice, después de ver Magnolias de acero. “No sabía que podía tener complicaciones en el embarazo. Me asusté”. En la película, la protagonista, diabética tipo 1, muere al año de tener un bebé por falla renal: la exigencia a su organismo apura la insuficiencia de sus riñones.
Pero Flor (31), que convive con la diabetes desde muy chica, tranquiliza a Micaela: “Es una película prehistórica —dice, riéndose—. Hoy no pasa eso. Son creencias antiguas. Hay muchas amigas y conocidas que tuvieron embarazos y bebés normales. Sabemos que es posible”.
Antiguas o no, la doctora María Lidia dice que persiste la creencia de que la maternidad es imposible en una diabética, y hasta algunos obstetras pueden desaconsejarlo.
“El embarazo de una mujer con diabetes seguramente requiere más trabajo del médico —afirma la doctora Ruiz—. Es un embarazo de riesgo. Lo ideal es planificarlo y seguir controles para mantener equilibrada la glucemia. Pero la diabetes no es contraindicación u obstáculo para tener hijos”.
La película da pie para repasar los conocimientos del auditorio sobre diabetes y embarazo: los hijos macrosómicos (esos que parecen sanitos porque pesan más de 4 kg al nacer) son resultado de embarazos de mujeres previamente diabéticas con hiperglucemias no controladas.
De todos modos, cualquier mujer no diabética puede tener diabetes gestacional a partir de la semana 24ª de embarazo: gestar un hijo aumenta la demanda de insulina al páncreas y en mujeres predispuestas eso puede agotar ese órgano de crucial papel en el metabolismo de los azúcares. “El obstetra tiene que pedir la curva de glucemia y hacer un seguimiento especial”, dice la doctora Ruiz. Generalmente el cuadro cede después de dar a luz, pero es un antecedente de riesgo a futuro.
Otro gran problema que se aborda a raíz de las películas proyectadas es la excesiva preocupación de los padres (más, de las madres) sobre sus hijos cuando son chicos o adolescentes. Sobre eso sabe mucho la profesora Judit Laufer, presidenta de la Federación Argentina de Diabetes (FAD) y mamá de un adolescente con diabetes.
“Hay relatos parecidos —dice Laufer—. El debut de una enfermedad inesperada, la urgencia de una internación o de un estudio de rutina. Un adulto que tiene que hacerse cargo de la situación, de los tratamientos, del cambio de hábitos, la diabetes y la escuela, la diabetes y el ámbito social. Pero según las distintas edades, y con un gran amor responsable, hay que plantearse el objetivo a lograr con el tiempo: que ellos vayan sean protagonistas de sus tratamientos”.
Las madres presentes admiten que no es fácil soltar amarras. En la película que han visto, la mamá de la chica diabética no festeja su casamiento y mucho menos su embarazo. La hija, que vive todo con más naturalidad, le dice: ”Nunca me preocupé por mí porque sabía que te preocupabas por las dos”. Y agrega que la madre reacciona así por celos: no puede “llevar la batuta”. “Le pone un límite a la madre —señala Laufer—. Empieza a hacer su propia vida”.
Las escenas de las hipoglucemias dividen opiniones. Las hipoglucemias, advierte el doctor Gabriel Litjeroff, director del Comité Científico de la FAD, se producen cuando el azúcar en sangre es menor de 70 mg/dl. Suelen ser temidas por sus síntomas: temblor, sudoración fría, mareos, palpitaciones, y —en casos graves—, pérdida de la conciencia. “Yo la vi muy exagerada”, asegura alguien. “Para mí estaban muy bien actuadas”, difiere otro de los participantes.
Una hipoglucemia puede ser leve, moderada o severa, pero tanto en el primero como en el segundo estadio la persona se puede comunicar. Sólo si es severa hay riesgo de desmayo. ¿Qué hacer frente a esos casos? En La habitación del pánico, la madre de la adolescente diabética negocia con un grupo de delincuentes que las mantienen encerradas que le pasen el kit para salvar la vida de su hija, con una hipoglucemia severa. Pero en la película no queda del todo claro qué le inyecta: “No es insulina, porque eso bajaría la glucemia todavía más —dicen los pacientes—. Es glucagón, exactamente lo contrario a la insulina, y está muy bien en estos casos”.
En Magnolias de acero, en cambio, la escena es distinta pero también va a dar lugar al debate. El personaje de Julia Roberts tiene temblores, sudoración fría, visión doble. Ella no se da cuenta de lo que le está pasando pero su madre sí, y le ofrece un jugo (correcto en hipoglucemias leves o moderadas). Pero tiene que forzarla a tomarlo porque la joven diabética, acostumbrada a decirle “no” a las cosas dulces, se niega a abrir la boca.
La glucemia puede bajar por distintas causas: se inyectó más insulina de la necesaria, no comió en horario o en forma suficiente, hizo más ejercicio (y el cuerpo consumió más energía), hubo errores en la medicación “y también puede ocurrir por causas emotivas, por estrés”, comenta la doctora Ruiz.
Uno de los aspectos que más complican la vida de los pacientes es enfrentar mitos, creencias y prejuicios sobre la evolución de su enfermedad. “Hay que educar, informar, comunicar. Hoy, con un control adecuado, tener diabetes no es sinónimo de que vas a quedar ciego, ni llegar a diálisis ni a una amputación”, aseguran desde la FAD.
El cine, inspirador y revelador
Son muchas las películas donde la diabetes se convierte en foco de interés de la historia.
Nada en común (Garry Marshall, 1986) Protagonizada por Tom Hanks, es la historia de un publicista exitoso que debe ocuparse de su padre, recientemente abandonado por su madre, un jubilado reciente que tiene diabetes y sufre una de las complicaciones de la enfermedad: el pie diabético.
El Padrino 3 (Francis Ford Coppola, 1990) Protagonizada por Al Pacino como Michael Corleone que, ya viejo y cansado, sufre diabetes tipo II y tiene una hipoglucemia causada por el estrés. En una escena bebe un jugo de naranja para subir su azúcar en sangre. Más adelante, será insulinodependiente.
El misterio von Bulow o Mi secreto me condena (Barbet Schoeder, 1990) Con Jeremy Irons y Glenn Close, Basada en una historia real, es la acusación y juicio al barón von Bulow, acusado de provocar el coma de su esposa diabética y millonaria por una sobredosis de insulina.
Punto de equilibrio (Ernesto Parysow, 1998). Con Oscar Frontini y Gerardo Kiessig. Documental argentino que narra la historia de un hombre que tiene los típicos síntomas de diabetes (sed, hambre y orina frecuente) no diagnosticada. Luego descubre que en su trabajo hay otro diabético y comparten vivencias.
Chocolat (Lasse Hallstrom, 2000) Con Juliette Binoche, personaje que llega a un pequeño pueblo francés y pone una tienda de chocolates. Las delicias tientan sin piedad a una anciana con diabetes tipo 1, que oculta la enfermedad a su familia.
Memento (Christopher Nolan, 2000) Con Guy Pearce, es la historia de un hombre que pierde la memoria y, sin saberlo, causa la muerte de su mujer diabética por sobredosis de insulina, ya que no recuerda cuántas veces se la inyectó.
El buen pastor (Robert De Niro, 2006). Con Matt Damon y Angelina Jolie. Uno de los personajes de la película tiene pie diabético. Lo lleva vendado, muestra grandes dificultades para desplazarse y camina con muletas.
Life of a Child (Edward Lachman, 2008). Cuenta el viaje de chicos nepaleses con diabetes tipo 1. Fue rodada con fines educativos, para concientizar sobre la enfermedad y reunir apoyo para una iniciativa de la Federación Internacional de Diabetes (FID).
Los próximos tres días (Paul Haggis, 2010) Con Russell Crowe y Elizabeth Banks. Ella es acusada del asesinato de su jefa. Cumple una condena de varios años y, sin miras a ser absuelta, su marido la ayudará a huir de la cárcel. Pero es diabética: ¿cómo pasar tres días sin insulina?
Tammy (Ben Falcone, 2014). Con Melissa Mc Carthy, el personaje diabético es la abuela de la protagonista, que encarna Susan Sarandon. Pearl es una abuela moderna y rebelde que tiene diabetes tipo 2, pero se opone al tratamiento.