Realizar paseos de 10 minutos tras cada desayuno, comida y cena se asocia con una reducción del 12% de los niveles de glucosa postprandial.
La práctica de ejercicio físico es, sin ningún tipo de duda, beneficioso para el organismo. Sin embargo, hay momentos del día en que la actividad física es perjudicial.
Es el caso, por ejemplo, del ejercicio después de la comida, dado que podría entorpecer con la digestión. No así en el caso de la cena, dado que por la noche el metabolismo es más lento y no está de más un ejercicio moderado –como un paseo– para ‘mejorarlo’. De ahí el refrán ‘la comida reposada y la cena paseada’.
Pero quizás no sea adecuado para todo el mundo. Y es que según muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Otago en Dunedin (Nueva Zelanda), es recomendable que las personas con diabetes tipo 2 paseen minutos tras cada comida –desayuno, comida y cena– para, así, reducir sus niveles de azúcar en sangre.
Como explica Andrew Reynolds, director de esta investigación publicada en la revista «Diabetologia», «nuestro trabajo muestra que, comparados frente a aquellos que realizaron un paseo en cualquier momento del día, los participantes que pasearon justo después de cada comida experimentaron una reducción promedio del 12% de sus niveles de glucosa postprandial».
Comidas paseadas
La recomendación de ejercicio físico para las personas con diabetes tipo 2 es la misma que la establecida para el resto de la población: practicar todos los días 30 minutos de ejercicio físico de intensidad moderada, como sería por ejemplo caminar. Un consejo que, sin embargo, no especifica cuál es el mejor momento para realizar estos paseos.
Por ello, y con objeto de analizar si caminar tras las comidas se asocian con algún beneficio en la diabetes tipo 2, los autores dividieron a los 41 participantes de su estudio en dos grupos: uno en el que tenían que seguir el consejo de realizar un paseo diario de 30 minutos; y otro en el que esta media hora se dividía en tres paseos de 10 minutos que debían llevar a cabo tras cada comida principal –desayuno, comida y cena.
La actividad física postprandial puede evitar la necesidad de aumentar la dosis total de insulina o las inyeccionesAndrew Reynolds
Concluidas las dos semanas de estudio, y constatado que ninguno de los participantes había hecho trampas –todos llevaron un acelerómetro para medir su actividad física y dispositivos para medir sus niveles de glucosa en sangre cada 5 minutos–, los resultados constataron el beneficio de las comidas paseadas sobre los niveles de glucosa postprandial –esto es, las cifras de glucosa en sangre tras las comidas, generalmente a las dos horas de la ingesta de alimentos.
Es más; los resultados constataron los efectos positivos asociados a las ‘cenas paseadas’. Como indica Andrew Reynolds, «la mayoría del beneficio derivó de la disminución, altamente significativa, del 22% en los niveles de azúcar en sangre cuando el paseo se llevó a cabo tras las cenas, que fueron las comidas con mayor cantidad de carbohidratos».
Menor necesidad de insulina
En definitiva, pasear tras cada desayuno, comida y, sobre todo, cena, ayuda a mejorar los niveles de glucosa postprandial en la diabetes tipo 2. Un aspecto muy a tener en cuenta dado que, como refiere Jim Mann, co-autor del estudio, «la glucosa postprandial está considerada un objetivo importante en el manejo de la diabetes tipo 2 dada su contribución independiente al control del azúcar en sangre y al riesgo cardiovascular».
De hecho, destacan los autores, «la actividad física postprandial puede evitar la necesidad de aumentar la dosis total de insulina o las inyecciones de insulina adicionales que pueden haber sido prescritas para bajar los niveles de azúcar en sangre tras las comidas. Un aumento de la dosis de insulina puede asociarse con una ganancia de peso en los pacientes con diabetes tipo dos, muchos de los cuales ya presentan sobrepeso u obesidad».
Tal es así que, como concluye Andrew Reynolds, «los beneficios asociados a la actividad física tras las comidas sugieren que las actuales guías de práctica clínica deberían ser modificadas para especificar la actividad postprandial, especialmente cuando las comidas contienen una cantidad considerable de carbohidratos».
FUENTE: La razón