Pedro Álvarez Gómez tiene 25 años y toda una vida por delante, aunque a los ocho años le diagnosticaron diabetes del grupo uno tras el lógico empacho de gominolas y pasteles de un cumpleaños infantil.
Desde entonces se cuida al máximo para que su guerra contra el azúcar no le juegue una mala pasada.
Este joven licenciado en Derecho, que trabaja en la gestoría de su familia en Ordes, practica piragüismo y tiene una pasión que ahora está muy de moda: el pilotaje de drones.
Su curiosidad despertó con los primeros artilugios. «Vi uno y me quedé enganchado», cuenta.
Y así, cuando aún estudiaba Derecho, fue acumulando ahorros para comprarse uno. Transformada la curiosidad en afición, sus siguientes fondos fueron para conseguir piezas complementarias.
La cosa fue a más y, ya trabajando, quiso aplicar la máxima de que si tu afición es tu profesión las posibilidades de éxito son mayores.
«Vi que los drones podían tener utilidad para hacer fotos en fiestas y también para tomar imágenes de tejados y viviendas para descubrir daños.
Pregunté a varias personas si estarían dispuestas a pagar por este trabajo y como me dijeron que sí comencé a formarme», relata
Obtener los permisos para pilotar un dron, pese a que para hacerlo hay que emplear simplemente un mando, no resulta especialmente sencillo, ya que el temario es muy similar al que se imparte para obtener un título de piloto de avioneta, aunque quien maneje un dron solo levante la vista del suelo.
El examen teórico y las prácticas no supusieron para Pedro mayor problema, aunque nunca pudo presentarse al examen porque para hacerlo tenía que superar una revisión médica.
«Cuando me preguntaron si tomaba algún tipo de medicación le contesté que necesito inyectarme insulina. Y fue en ese momento cuando me enteré de que no era apto para pilotar drones para trabajar, solo para uso recreativo, lo que resulta del todo ridículo», resalta.
Tras el disgusto decidió ponerse manos a la obra para buscar una solución que aún no ha llegado. Su primer paso fue recurrir a las redes sociales para denunciar lo que considera una injusticia y un sinsentido y abrió la reclamación en change.org dirigida a la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) «por una reforma que elimine la discriminación a los diabéticos, por un futuro mejor».
En su escrito explica «que el Estado nos excluye de multitud de oposiciones sin darnos oportunidad alguna de demostrar nuestra aptitud y solo podemos resignarnos. Siete de cada cien españoles somos diabéticos y no nos merecemos esta discriminación». Para Pablo, las limitaciones con los drones son la punta del iceberg de los contras del colectivo.
«La diabetes es una enfermedad silenciosa, como nuestra discriminación y la gente no se da cuenta de que, por ejemplo, hasta impiden a los niños entrar en el cine con su comida», exclama.
Su campaña suma 278 firmas.
Y tras haberse empachado de legislación escribió a la AESA para preguntarles, como en la Red, «¿donde está el riesgo?». Acostumbrado a la jerga legal, les pidió «una respuesta humana, no el típico párrafo con artículos y leyes. Y me respondieron señalando que estaban atados porque debían cumplir una ley de rango superior», explica.
No renuncia, por lo que su siguiente paso es un recurso de alzada ante Fomento.