Vivir con una enfermedad crónica, que uno sabe que es incurable como la hipertensión arterial o diabetes mellitus, es un martirio.
Si un paciente con uno de esos males - o con los dos a la vez - no lo controla le puede aparecer una insuficiencia renal crónica, retinopatía, ceguera, pie diabético, trombosis e infarto cardíaco y cerebral. Es duro para un paciente someterse a tediosas jornadas de diálisis peritoneal o hemodiálisis por la insuficiencia renal crónica terminal.
Solo en enfermedades renales, el tratamiento es muy caro. Según cálculos, un diálisis para una persona en los EE. UU. demanda un gasto anual por encima de los US$ 50 mil. La Red Asistencial Cusco calculó en 2014 un gasto de S/ 7 millones para enfermedades renales.
Ni que decir de los gastos en hospitalización y el estrés del entorno familiar.
DIAGNÓSTICO DEL SECTOR
Para enfrentar esta problemática, un grupo profesional de EsSalud Cusco desarrolló el proyecto de Vigilancia Integral del Paciente Crónico (VIP c). Una salvación para pacientes con enfermedades crónicas que recibió el premio 2017 sobre buenas prácticas en gestión pública, organizado por Ciudadanos al Día.
Consiste en la instalación de dos consultorios exclusivos para control médico periódico anual para detección de complicaciones, control y seguimiento de los pacientes por enfermería. Cada paciente es visto por varios especialistas (abordaje interdisciplinario).
Los gestores de la iniciativa son los médicos John Huamanquispe Quintana, jefe de la Oficina de Inteligencia Sanitaria, y José Víctor Manchego Enríquez, médico familiar. Además de una veintena de profesionales.
CAMBIOS
En toda la región hay 8 mil 951 pacientes crónicos, de los cuales 5 mil 787 pertenecen al Centro Médico Metropolitano, ubicado en el distrito de Wanchaq. Este nosocomio atiende al 33% de todo los asegurados de Cusco.
La prestación de salud a este grupo de ciudadanos estaba desorganizado, con un manejo inadecuado y control de pacientes deficiente.
Con el proyecto VIP c que empezó a aplicarse en enero de 2016 las cosas cambiaron. De los 5 mil 787 pacientes ingresaron al programa 2 mil 135, mientras que 3 mil 651 siguieron acudiendo de manera tradicional. 1 mil 323 son hipertensos, 570 diabéticos y 242 pacientes con ambas enfermedades.
José Luis, de 75 años, y Máximo, de 77 años, pertenecen al VIP c. José Luis padece de hipertensión. Cuando aceptó integrar el grupo su salud empeoraba día a día. Ahora su mal ha sido controlado por el monitoreo y atención permanente.
Máximo tiene diabetes e hipertensión. Su vida era un calvario hace un año. Desde que entró al programa su presión está bien controlada y su glucosa monitoreada.
La enfermera revisa los pies de Máximo. No hay signos de herida o necrosamiento. “Usted está bien. Vuelva en tres meses para otro chequeo”, le dice.
José Luis y Máximo son los ejemplos de que la aplicación del proyecto tiene avances. Se logró atender en forma integral al 37% de los pacientes y se disminuyó la hospitalización entre un 6% a 40%.
Hubo menos muertes. En el 2015 se registró 196 defunciones, cifra que en 2016 cayó a 118 decesos. “La mortalidad cayó en 40%”, refiere Huamanquispe Quintana.