Cada vez es mayor el número de evidencias que muestra que los hábitos alimenticios de la mujer durante el embarazo condicionan, y mucho, la salud de su futuro hijo.
Es el caso de la ingesta de ácidos grasos poliinsaturados omega-3, que junto al ácido fólico mejoran el desarrollo de la atención de durante la etapa infantil de los neonatos.
Sin embargo, los beneficios de estos ácidos grasos en la gestación no acaban ahí. De hecho, un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores del Instituto Nacional de Salud y Bienestar de Finlandia en Helsinki (Finlandia) muestra que el consumo de ácidos omega-3 derivados del aceite del pescado durante el embarazo o la lactancia reduce, y mucho, el riesgo de que el bebé desarrolle diabetes tipo 1.
Como explica Sari Niinistö, directora de esta investigación publicada en la revista «Diabetologia», «nuestros resultados refuerzan la idea de que la lactancia materna o algunos componentes incluidos en la leche materna, incluidos los ácidos grasos, tienen un efecto protector, muy especialmente en la fase de autoinmunidad temprana. Y asimismo, que el estado de los omega-3 de cadena larga durante los primeros meses, en lo que el sistema inmune aún está madurando y se está ‘programando, es crítico».
No con leche de fórmula
A día de hoy conviven en todo el mundo más de 20 millones de personas con diabetes tipo 1, enfermedad autoinmune caracterizada por la destrucción por el propio sistema inmunitario de las células responsables de la producción de la insulina –las consabidas células beta de los islotes pancreáticos–. Una patología que, por lo general, se desarrolla durante la infancia y en cuya aparición podrían, cuando menos en teoría, jugar un papel los ácidos grasos. Y es que numerosos estudios han sugerido que estos ácidos grasos alteran tanto el sistema inmune como las reacciones inflamatorias –si bien las evidencias alcanzadas al respecto no resultan de todo concluyentes.
Por ello, el objetivo del nuevo estudio fue evaluar la posible relación entre los niveles en sangre de ácidos grasos omega-3 y el desarrollo de la diabetes tipo 1 en niños con un alto riesgo genético de padecer la enfermedad. Y para ello, los autores contaron con la participación de 7.782 menores a los que tomaron muestras de sangre de forma periódica hasta que cumplieron la edad de 15 años para detectar la posible presencia de ‘autoanticuerpos’ –esto es, de anticuerpos desarrollados por el sistema inmune contra el propio organismo– frente a los islotes pancreáticos.
Los resultados mostraron que los niveles elevados en sangre de dos ácidos grasos omega-3 –concretamente, del ácido docosahexaenoico (DHA) y del ácido docosapentaenoico (DPA)– se asociaron con un menor riesgo de autoinmunidad temprana frente a las células beta pancreáticas y, por ende, con una menor probabilidad de aparición de la diabetes tipo 1. Sin embargo, no todos los ácidos omega-3 tuvieron este efecto positivo. Por ejemplo, los niveles elevados de ácido alfa-linoleico (ALA) conllevaron un incremento del riesgo de desarrollo de la enfermedad.
Pero, ¿de qué depende que los bebés y los niños pequeños tengan unos mayores, o menores, niveles de DHA y DPA? Pues básicamente, del tipo de leche consumida durante los primeros meses de vida. Y es que como muestra el estudio, los bebés alimentados con leche materna tienen unos mayores niveles séricos de ácidos grasos omega-3 asociados con un menor riesgo de diabetes tipo 1 que los que recibieron leche de fórmula –de origen vacuno.
Hacen falta más estudios
En definitiva, parece que el incremento de la ingesta de ácidos grasos derivados del pescado y una mayor duración de la lactancia materna podrían tener unos efectos muy positivos a la hora de reducir las respuestas autoinmunes que conllevan a la aparición de la diabetes tipo 1.
Sin embargo, y si bien las nuevas evidencias sugieren posibles vías para la prevención y el tratamiento de la enfermedad, deben realizarse más estudios. Como concluyen los autores, «hay que tener precaución, pues una asociación no implica necesariamente que exista una causalidad. Deben llevarse a cabo más investigaciones para confirmar si los ácidos grasos pueden proteger a los niños de las respuestas autoinmunes que desencadenan la diabetes tipo 1».