Su plan de futuro era la investigación en el ámbito universitario. Se doctoró en Farmacia en la Complutense con premio extraordinario bajo la tutela del profesor César Nombela, discípulo de Severo Ochoa, y realizó una estancia de dos años en el Centro para la Investigación del Cáncer del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Pero tras casi una década en los laboratorios, Pablo Álvarez (Vigo, 1967) se atrevió a "empezar de cero" y completó su "reciclaje" profesional en la Escuela de Negocios IESE de Navarra. Tras su paso por la consultora McKinsey, dio el salto a la industria farmacéutica, primero en GlaxoSmithKline y, desde 2007, en AstraZeneca, que suma casi 60.000 empleados en todo el mundo y con la que ha recorrido el planeta: Filadelfia, Miami, Shanghái y, actualmente, Washington DC.
"No sé si serán los genes gallegos pero estoy encantado de haber viajado tanto y muy agradecido a AstraZeneca por las oportunidades profesionales y las experiencias personales que estoy viviendo", asegura este celtista "del Calvario".
Llegó a EE UU por segunda vez en 2009 junto a su mujer Gloria y sus dos hijas mayores, María y Teresa, y desde allí se hizo cargo de todo el catálogo de productos para la región de Latinoamérica. Cuatro años después se mudaba con toda la familia a Shanghái para ejercer como director de la unidad de negocio de diabetes en China.
"Me recorrí todo el país. Es fascinante, con una escala gigantesca y grandes contrastes. Y como en todos los mercados emergentes las cosas avanzan a mucha velocidad. La capacidad de adaptación es muy importante y debes tomar decisiones sin contar con toda la información y haciendo más caso a tus instintos", comenta.
Allí la familia se amplió con la llegada de Casilda Zhanying, una niña que "es la alegría de la casa y tiene a sus hermanas como locas". Su mujer la conoció trabajando como voluntaria para la fundación estadounidense Baobei, que ayuda a niños abandonados, generalmente con problemas médicos, y ya no volvieron a separarse.
Así que en el otoño de 2015 los cinco hicieron las maletas para trasladarse de nuevo a EE UU, esta vez a Washington, una ciudad "muy tranquila e internacional" a la que Pablo llegó para incorporarse al equipo global de diabetes.
"Es una de las pandemias a las que nos enfrentamos como sociedad y constituye una de las área prioritarias de nuestra compañía. Más de 400 millones de personas en el mundo sufren esta enfermedad crónica cruel que va minando poco a poco la calidad de vida. Y la compañía desarrolla una intensa actividad investigadora en busca de nuevas terapias", apunta.
Pablo defiende el papel de la industria farmacéutica: "Es parte de la solución y jugador activo en la lucha contra la enfermedad. Hoy en día desarrollar el conocimiento científico para conseguir nuevos medicamentos sin la participación o colaboración del sector es inviable para cualquier sistema sanitario. Y las patentes siguen siendo un modelo válido. Para que haya un genérico, antes alguien tuvo que hacer un descubrimiento. Y la investigación requiere recursos humanos y económicos. En AstraZeneca se reinvierte alrededor del 20% de las ventas en I+D".
"Hay que huir de los estereotipos. En nuestra sede de Washington trabajan unas 2.900 personas que quieren aportar algo a la sociedad, hallar un medicamento nuevo que ayude a la gente. Mientras estaba en Miami, una parte importante del trabajo se centraba en modelos de acceso para hacer los tratamientos más asequibles a la situación de los países latinoamericanos", añade.
A lo largo de su periplo vital y profesional, Pablo ha aprendido que "ningún país es perfecto y que todos tienen muchas cosas de las que aprender". "No puedes compararlos con España ni con tu visión de las cosas. Con el paso de los años he aprendido a adaptarme a diferentes entornos culturales sin renunciar a mis valores y principios. Y esto también es parte de la receta que me ha permitido que la empresa me traslade de un lugar a otro", subraya.
"También me he dado cuenta de que hacer un mundo mejor a tu alrededor depende de cada uno. Hay que tomar la iniciativa, es una responsabilidad individual. En la actualidad, ofrecer tiempo a los demás es una gran muestra de generosidad. Animaría a todos a pensar en esto", reflexiona.
Sea cual sea su destino, Pablo regresa a Galicia con su familia cada verano y tienen su casa en Baiona para "disfrutar del microclima" porque, al final, "la terriña es la terriña".