Que algo sea impactante, no necesariamente quiere decir que sirva. Es la primera reflexión que me despierta la campaña lanzada desde la Asociación de Diabetes de Tailandia, en donde se simulan, con diseño gráfico, lesiones en el cuerpo a partir de alimentos azucarados como dulces y chocolates.
Lesiones que impresionan, pero que aparte de alejarse –desmedidamente- de las que se dan en la vida real por el mal control, comentaremos porqué además, son un flaco favor hacia la toma de conciencia. Esto, más allá que desde lo artístico se entendiera merecedora de premios.
Inevitablemente la campaña me trae a la memoria aquella conocida publicidad en donde las modelos desfilaban por una pasarela luciendo pieles de animales que luego comenzaban a sangrar, salpicando al público.
Fue un antes y un después. La sociedad comenzó a tener vergüenza de ese tipo de abrigo. Las persona con diabetes por ahora, lamentablemente, no pueden desprenderse de ella y deben aprender a convivir con ella.
La campaña publicitaria induce a dos errores. Uno es la abandonada concepción de la medicina en donde, a las personas con diabetes, se les restringía a la menor expresión la ingesta de hidratos de carbono, como lo son alimentos a base de harinas, frutas y alimentos de origen vegetal en general.
Durante generaciones, esta concepción permitía distinguir a la distancia a personas con diabetes por su aspecto de delgadez quijotesca, y por cierto, nada saludable.
Hoy la evidencia científica y la enseñanza de Argentina al mundo por parte de unos de los padres de la diabetología y la nutrición, como lo fue el doctor Pedro Escudero, nos permite conocer que una persona con diabetes necesita que aproximadamente el 50% de su plan alimentario, sea en basa a hidratos de carbono, y entre ellos un 5% de azúcares simples, como los que se muestran en los gráficos de la campaña.
Las personas con diabetes no son alérgicas al azúcar. Tienen un déficit de insulina que les impide asimilar esa valiosa fuente de energía que es la glucosa, y toda la terapéutica que existe está orientada a corregir esta situación. Ciertamente en diabetes hoy son más los SI que los NO, lo importante es saber cuánto de cada alimento, en qué momento y como combinarlos para optimizar el control metabólico.
El otro error, es pretender educar o concientizar desde el miedo. Por cierto, acordamos plenamente en educar a la población a que tenga un estilo de vida saludable y limitar el uso de alimentos procesados, refinados y concentrados como medio para evitar obesidad, que en quienes tienen la predisposición genética acompaña en forma lineal a la diabetes.
El tema, aquí, es la forma. Numerosos pedagogos y psicólogos coinciden en su baja efectividad.
Los tiempos en donde se sostenía que la letra entra con sangre, quedaron científicamente perimidos. El miedo no motiva, no estimula: solo paraliza. Educar desde el miedo es, en pocas palabras, un recurso torpe, nocivo y efímero.
En la práctica cotidiana de la medicina vemos cómo personas vislumbran fatídicamente al escuchar el diagnóstico de diabetes inminentes complicaciones que hoy podemos eliminar o minimizar con la detección temprana y el tratamiento oportuno. Erradicar que el diagnóstico es una sentencia, es el gran desafío comunicacional y la meta de la medicina en este campo.
*Gabriel Lijteroff es jefe de Diabetología del Hospital Santamarina y director del comité científico de la Federación Argentina de Diabetes.