Una entrevista al investigador hoy en La Vanguardia:
El médico e investigador Pere Santamaria sabe lo que es tener una enfermedad autoinmune, en que el sistema inmunitario ataca por error tejidos y órganos del propio cuerpo. A los quince años le diagnosticaron miastenia gravis. Perdió fuerza muscular y tuvo que dejar por un tiempo el waterpolo. Los párpados se le caían al no poder contraer la musculatura que los controlan. Empezó a ver doble. Le trataron con inmunosupresores y, en plena adolescencia, la cara se le hinchó hasta el punto de tener “un aspecto nada atractivo”, recuerda. Pero lo que más le impactó fue el sufrimiento de sus padres. “Yo he sido testigo de lo que viven unos padres cuando tienen a un hijo con una enfermedad grave; lo pasaron peor ellos que yo”.
Esto explica que, cuando descubrió una estrategia para tratar las enfermedades autoinmunes, se propuso convertirla en un fármaco que pueda llegar a los pacientes. Hubiera podido vender los derechos a una multinacional farmacéutica. Pero una multinacional podría invertir en el proyecto y después abandonarlo, como ha ocurrido en otras ocasiones. “Yo soy responsable de que estos fármacos tengan una oportunidad; quiero que se lleguen a ensayar en pacientes”. En uno de sus últimos trabajos, ha demostrado en ratones que es posible reprogramar las células inmunitarias que atacan los propios tejidos de modo que se conviertan en células protectoras.
¿Cómo se le ocurrió que se podían reprogramar las células inmunitarias?
En realidad, este no era mi objetivo. En mi laboratorio trabajábamos en diabetes tipo 1, que es una enfermedad autoinmune que progresa durante años antes de causar los primeros síntomas. Queríamos averiguar si era posible detectar la inflamación del páncreas con resonancia magnética para conseguir un diagnóstico precoz de la enfermedad.
¿Consiguieron detectarla?
Ideamos un experimento con nanopartículas de hierro equipadas con un anzuelo. Cuando los linfocitos del sistema inmunitario mordían el anzuelo, se comían el hierro, lo que nos permitía seguirlos. De este modo, si después atacaban el páncreas, podíamos detectarlo. Pero nos ocurrió algo totalmente inesperado.
¿Qué ocurrió?
Cuantos más linfocitos llegaban al páncreas, menos probable era que los ratones se volvieran diabéticos. Lo normal hubiera sido lo contrario: cuantos más linfocitos, más inflamación y más riesgo de progresar hacia la diabetes.
¿Cómo avanzó a partir de ahí?
La primera tentación fue tirar los resultados a la basura y abandonar el proyecto. Pero a mí me molestó tener unos resultados que no entendía. Le di muchas vueltas hasta que un día me di cuenta de que, si hacía una serie de suposiciones, podía explicar los resultados. Y recuerdo que pensé: “Si esta película que me estoy montando es cierta, tal vez esto sea un descubrimiento importante”.
¿Qué película se estaba montando?
Las nanopartículas que habíamos utilizado tenían un fragmento de proteína de células del páncreas. El objetivo era que los linfocitos que atacan el páncreas reconocieran estas nanopartículas y pudieran comérselas. Me dije que, en lugar de seguir atacando el páncreas, tal vez los linfocitos que mordían el anzuelo se convertían en linfocitos reguladores, que frenan la reacción inmunitaria en lugar de potenciarla.
¿Qué lógica tiene?
Nuestro sistema inmunitario nos defiende de enemigos. Pero, una vez los enemigos han sido eliminados, el ataque debe terminar. Por lo tanto, se han desarrollado sistemas de autocontrol a lo largo de la evolución para no causar daños. Hemos descubierto que este autocontrol se basa en reconvertir células destructivas en células reguladoras. Con las nanopartículas, estaríamos estimulando este proceso natural que ya existe.
¿Podría ser útil para tratar la diabetes tipo1?
No sólo la diabetes tipo 1, sino cualquier otra enfermedad autoinmune. Con esta estrategia, podemos identificar las proteínas necesarias para reconvertir los linfocitos que destruyen los tejidos en linfocitos que interrumpen el ataque.
¿Han probado si funciona?
Lo hemos probado en ratones con enfermedades autoinmunes como las humanas y también en ratones humanizados. Es decir, ratones que tienen células inmunitarias de pacientes. Empezamos con diabetes tipo 1, esclerosis múltiple y artritis reumatoide. Después lo hemos ampliado a cuatro enfermedades más. En todos los casos, se han resuelto los procesos autoinmunes.
¿Con qué efectos secundarios?
Ninguno significativo, lo cual es muy importante. Los tratamientos actuales contra las enfermedades autoinmunes se basan en suprimir el sistema inmunitario en conjunto, de modo que comprometen la capacidad de luchar contra cánceres e infecciones. Nuestras nanomedicinas, por el contrario, suprimen únicamente aquellos linfocitos que atacan nuestros propios tejidos.
¿Tiene previsto realizar ensayos en personas?
Si esto funciona, serán fármacos ideales para tratar enfermedades complejas y graves que hoy día no tienen un tratamiento adecuado. Yo quiero derrotar estas enfermedades. Pero el ritmo de avance está vinculado a la financiación. Desarrollar un fármaco completamente nuevo como este y llevarlo hasta la fase de ensayos clínicos requiere unos 30 millones de dólares. Hemos creado una compañía y ya tenemos 26 patentes adjudicadas. Tenemos previsto empezar el primer ensayo clínico dentro de unos tres años en personas recién diagnosticadas de diabetes tipo 1.
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En 1922 descubrieron la insulina, en 1930 la insulina lenta. ¿Que c*** han hecho desde entonces?