La diabetes mellitus tipo 1 es la más frecuente en la infancia, por ello los niños que la padezcan deben conocer al máximo su enfermedad, recibiendo la 'Educación Diabetológica' de parte del pediatra endocrinólogo, la enfermera especializada en diabetes infantil auxiliares y dentistas.

"Una vez el niño es diagnosticado y se le ingresa para el primer tratamiento, no puede irse a casa hasta que los padres y el propio niño, si su edad lo permite, aprueben con nota la asignatura de 'Educación Diabetóloga", ha afirmado la jefa del Servicio de Endocrinología Pediátrica del Hospital Universitario HM Montepríncipe, la doctora Amparo Rodríguez Sánchez.

Tras el diagnóstico de la enfermedad los niños requieren ingreso hospitalario y allí reciben un aporte intravenoso adecuado de insulina y fluidos. Una vez se supere esta fase se pasa al tratamiento crónico que se sustenta en tres pilares: la alimentación normocalórica, saludable, racionada en hidratos de carbono y adaptada en lo posible a las preferencias del niño, la insulina subcutánea, que puede administrarse mediante inyecciones diarias o bomba de infusión continua, y el ejercicio físico, que debe ser regular, progresivo y adaptado a su edad y aficiones.

A todo esto hay que añadirle diariamente la realización de múltiples controles de glucemia capilar, que permitan adecuar el tratamiento en cada momento. Este tratamiento de la enfermedad permite que el niño lleve una vida normal en todos los aspectos. A largo plazo, además, un buen control evitará la aparición de complicaciones como la oftalmopatía, la nefropatía, la neuropatía o la enfermedad aterosclerótica.

La diabetes mellitus tipo 1A (DM1A), también conocida como diabetes juvenil o insulinodependiente, es una enfermedad autoinmune que se caracteriza por una deficiencia absoluta de insulina. El motivo es la destrucción de las células beta del páncreas, responsables de sintetizar y segregar esta hormona cuya función es controlar los niveles de glucosa en sangre. A diferencia de la diabetes tipo 2, esta es más frecuente en la infancia y no puede prevenirse.

La doctora Rodríguez Sánchez ha explicado que "la incidencia de DM1A varía según el área geográfica, la edad, el sexo y la historia familiar". Además, añade, es posible que haya factores ambientales que en personas que presentan una determinada susceptibilidad genética puedan actuar como desencadenantes o protectores de la enfermedad.

¿CÓMO DETECTARLA?

En cuanto a los síntomas, la doctora distingue entre dos, los que aparecen inicialmente y son de carácter inespecífico como pérdida de peso, alteración del carácter, astenia y bajo rendimiento escolar, y otros más específicos que pueden aparecer en cuestión de días o semanas como polidipsia (sed), poliuria (aumento de la cantidad y frecuencia de micciones), enuresis (orinarse en la cama) y polifagia (aumento del apetito).

"El diagnóstico es sencillo, basta realizar un análisis de sangre o de orina para determinar el nivel de glucemia (azúcar en la sangre) o la presencia de glucosuria (azúcar en la orina)", ha explicado la experta. Si aparece alguno de estos síntomas es importante que los padres acudan al médico, ya que "si la enfermedad progresa sin tratamiento, en pocos días el niño puede llegar a estar muy grave con vómitos, deshidratación e incluso coma. Es lo que conocemos como cetoacidosis diabética, un cuadro grave y potencialmente mortal", ha concluido la experta.