De acuerdo a los datos oficiales, la diabetes es una enfermedad que afecta al doce por ciento de la población hondureña, o sea que estamos hablando de unas 960 mil personas que la padecerían, de las cuales mueren un promedio de 9.5 diariamente, lo que la convierte en una de las primeras cinco principales causas de fallecimiento en Honduras.
Lo peor de esta situación es que solamente el cincuenta por ciento de la población afectada lo sabe y el resto lo ignora, porque es una enfermedad silenciosa que no presenta síntomas, por lo menos en sus primeros estadios. Además, que muchos no tienen acceso a la salud. Un verdadero problema para la salud pública del país que no cuenta con los suficientes recursos para afrontarla, ni con la voluntad política para hacerlo mediante programas masivos de prevención, o con el funcionamiento de centros especializados, que no los hay.
Aunque la diabetes es incurable, por lo menos se puede tener bajo control y convivir con ella para evitar sus terribles estragos. Es lo que yo hago y que he tomado muy seriamente a partir del momento en que se me diagnosticó prediabetes, que es la primera etapa de la diabetes tipo 2. Esto es muy sencillo, haciendo ciertos ajustes en nuestra dieta, ejercitándonos diariamente, tomando los fármacos recetados y, finalmente, controlando nuestro nivel de azúcar en la sangre bajo la supervisión de un especialista.
Como efecto de esta terrible enfermedad he visto en los últimos días sucumbir a varios amigos, y he sabido de otros que han sufrido la amputación de alguna de sus extremidades inferiores. La falta de conocimiento, la falta de compromiso de los pacientes, la desatención o el abandono de los tratamientos médicos podría ser uno de los motivos que desencadenan los efectos perniciosos de la diabetes, además del sedentarismo y la alimentación inadecuada y otros factores de riesgo que producen a la postre una muerte prematura. Por ello se hace necesario una verdadera campaña gubernamental que la contrarreste, tal como lo exige nuestra ley fundamental que obliga al Estado hondureño a tener un plan nacional de salud.
La diabetes debe ser una cuestión de prioridad nacional. No se debe subestimar su impacto en la sociedad y en la economía del país al acortar nuestra vida productiva o al diezmar nuestra población. Es necesario hacerle frente a este serio problema mediante programas eficaces que promuevan la salud de los hondureños.