De pronto uno siente que baja de peso y no sabe a qué atribuirlo. Algunas personas se alegrarán, pero otras sentirán una sensación extraña. Algo parece no estar del todo bien.
¿Qué hacer? Ir al médico, por supuesto. Uno de los posibles diagnósticos es la diabetes mellitus tipo 1, que afecta a muchos adolescentes.
Lo que ocurre en la diabetes es que el páncreas no produce suficiente insulina y eso hace que aumente la glucosa. Para compensar este problema, el afectado debe inyectarse insulina varias veces al día, medirse la glucosa con regularidad y llevar una alimentación sana que deberá atenerse a ciertos parámetros.
Al iniciarse la terapia con insulina, muchos diabéticos del tipo 1 aumentan de peso. Para muchas adolescentes los efectos pueden resultar incómodos, sobre todo porque antes del diagnóstico bajaban de peso y, de pronto, al inciar el tratamiento, ven cómo su silueta cambia y no pueden sentirse bien consigo mismas.
El peligro que entraña este efecto colateral es que los adolescentes con diabetes comiencen a presentar trastornos alimenticios como un modo para compensar el aumento de peso que les produce el tratamiento.
Las mujeres se ven más afectadas por este fenómeno que los hombres y pueden caer en la bulimia. Algunas personas se someten a dietas radicales, otras se provocan vómitos o pasan a practicar deportes a un grado excesivo.
También hay quienes hacen lo que se conoce como "purga de insulina", que consiste en aplicarse dosis menores de insulina adrede para provocar una disminución de peso.
Lo que ocurre en estos casos es que los pacientes pasan automáticamente a tener bajos valores de insulina y eso, a su vez, hace aumentar el nivel de glucosa en sangre. Es cierto, los pacientes bajan de peso en el corto plazo y tienen la sensación de que pueden regular su figura, pero el riesgo de sufrir enfermedades derivadas de la diabetes si no se sigue el tratamiento indicado es serio.
Se sabe que las consecuencias pueden ir desde daños neurológicos y nefrológicos hasta la ceguera o una menor expectativa de vida.
Los trastornos alimenticios afectan casi al doble de las adolescentes con diabetes de tipo 1 que a las adolescentes que no presentan este inconveniente de salud. Los trastornos pueden manifestarse en forma de una bulimia, anorexia o purga de insulina.
Este riesgo también se ve mucho en mujeres con sobrepeso con diabetes de tipo 2, que pueden tener ataques de hambre descontrolados. Esto a su vez deriva en un aumento de peso que lleva a que la insulina sea menos efectiva.
No siempre es fácil detectar los trastornos alimenticios, sobre todo en la pubertad. Pero es bueno que los padres estén atentos. Si los jóvenes no quieren compartir las comidas con la familia y, además, se producen variaciones muy notorias de los valores de glucosa, es una señal de alerta.
En esos casos, se recomienda que los padres informen al médico, pero que no lo hagan a espaldas del afectado.
La mejor ayuda que se le puede ofrecer a alguien que sufre de diabetes y de trastornos alimenticios es una psicoterapia que apunte a revalorizar la imagen que tiene el paciente de sí mismo, tanto a nivel intelectual como físico.