El síndrome metabólico se refleja cuando la persona padece varias afecciones que si no se tratan, aumentan significativamente el riesgo de desarrollar diabetes. Cabe señalar que dicho síndrome también incrementa la probabilidad de sufrir problemas del corazón y de los vasos sanguíneos. Es por ello que su tratamiento normalmente se enfoca en realizar cambios sanos en el estilo de vida.
Aunque la definición sobre este síndrome puede variar entre doctores, generalmente el paciente debe presentar tres o más de las siguientes características: cintura grande, triglicéridos en niveles altos, bajo colesterol HDL (también conocido como colesterol “bueno”), presión arterial alta y glucosa sanguínea mayor de lo normal, pero no suficientemente alta para calificar como diabetes. Es por ello que, aunque ambas enfermedades están relacionadas, en ocasiones erróneamente suelen confundírseles como si se trataran de lo mismo.
Elementos diferenciadores
La glucosa sanguínea alta es la señal distintiva de la diabetes. Cuando se obtiene una muestra sanguínea después de que la persona ha ayunado durante toda la noche y el resultado oscila entre 80 y 100 miligramos por decilitro (mg/dl), entonces se dice que el nivel es normal. En cambio, una medida de la glucosa sanguínea en ayunas de 126 mg/dl o más en dos análisis diferentes se considera diabetes. El rango entre ambas medidas, es decir entre 100 a 125 mg/dl, se considera prediabetes. Cabe señalar que el nivel de la glucosa sanguínea de las personas con síndrome metabólico suele recaer dentro del rango de la prediabetes.
Después de un diagnóstico de síndrome metabólico, el primer paso del tratamiento normalmente implica realizar cambios en el estilo de vida. Muchas personas con este síndrome tienen exceso de peso. Es por ello que tanto alcanzar como mantener un peso sano, pueden hacer una gran diferencia respecto a reducir el riesgo de presentar los problemas médicos relacionados con el síndrome metabólico.
Asimismo, la pérdida de peso también puede reducir la presión arterial, la glucosa sanguínea y los niveles de los triglicéridos y el tamaño de la cintura. Ello es importante porque los estudios han demostrado que tener mucho peso alrededor del abdomen aumenta el riesgo de desarrollar diabetes, cardiopatía y otras complicaciones del síndrome metabólico. A fin de reducir el riesgo, los médicos suelen recomendar una cintura menor a 88,9 cm para las mujeres y menor a 101,6 cm para los hombres.
Recomendaciones
Hacer ejercicio de forma regular puede ayudar a perder peso, además de mejorar algunos de los problemas médicos relacionados con el síndrome metabólico. Una buena meta es hacer a diario alguna actividad de intensidad moderada, como caminar rápido, nadar o andar en bicicleta, durante 30 minutos o más.
La alimentación sana es un componente fundamental del tratamiento del síndrome metabólico. Lo más importante es que el paciente hable con el médico o con un especialista en dietética sobre la alimentación correcta para su situación.
Por lo general, las dos dietas que se recomiendan a las personas con este síndrome son la dieta DASH (enfoques alimentarios para detener la hipertensión) y la dieta mediterránea. Igual que muchos planes de alimentación sana, esas dos dietas restringen las grasas malas para la salud y se enfocan en las frutas, las verduras, el pescado y los cereales integrales. Aunado a la pérdida de peso, los estudios han demostrado que ambas dietas aportan importantes ventajas para quienes presentan componentes del síndrome metabólico.
Asimismo, es importante resaltar que aquellos pacientes que fuman deben dejar de hacerlo ya que los cigarrillos pueden no sólo empeorar las complicaciones médicas del síndrome metabólico sino también aumentar significativamente el riesgo de padecer otras enfermedades y afecciones.
Cabe señalar que cuando los cambios hechos en el estilo de vida no bastan para controlar el síndrome metabólico, los medicamentos que controlan tanto la presión arterial como los triglicéridos y reducen la glucosa sanguínea pueden resultar útiles en el tratamiento del síndrome.
FUENTE: Mayoclinic