Dosis de optimismo y ganas de comerse el mundo. Afrontar retos que rompan con lo cotidiano y hagan de cada día una aventura. Esta es la prescripción médica que el astronauta y alpinista vasco Josu Feijoo Gayoso compartió ayer con los participantes en el IX Congreso Nacional de Atención Farmacéutica.

Ingeniero por la Universidad de Ohio en Estados Unidos y experto en comunicación, motivación y liderazgo, para este diabético su enfermedad crónica no ha supuesto ningún tipo de barrera ni freno, sino todo lo contrario, su enfermedad ha sido el motor que le ha llevado a plantearse retos superados con nota, ¿la clave? creer en uno mismo.

«Si crees en ti, por muchas zancadillas que te ponga la vida siempre te podrás levantar», comentaba tras varios chascarrillos para romper la cuarta pared y contar en primera persona como una enfermedad crónica, la diabetes, irrumpió en su vida con tan solo 24 años. «Estaba en lo mejor, había llegado de Estados Unidos de hacer la ingeniería, hago unas oposiciones, gano una pasta y en el reconocimiento médico de la empresa me dicen que soy diabético. Nada de beber, nada de fumar, nada... de nada, a mí, que jamás me había hecho un análisis».

El avanzado desarrollo de la enfermedad le hizo debutar directamente con insulina, nada de pastillas y tratamientos disuasorios. «Yo que quería ser astronauta ¿cómo me iba a pinchar insulina sin gravedad? Yo que quería ser alpinista ¿cómo me iba a pinchar insulina a temperaturas extremas bajo cero?».

Josu encontró solución a todos estos problemas. Con optimismo y capacidad de superación convirtió los problemas en retos. «Mirar, hoy, con 48 años, si les digo la verdad, sigo con el síndrome de Peter Pan y es que la diabetes no es una excusa, las excusas no existen», señalaba enfundado en el mono naranja de la NASA. Josu ha pasado largas jornadas de reconocimientos, análisis y pruebas «muy duras» para cumplir uno de sus sueños, o más bien, uno de sus retos: viajar al espacio.

Lo consiguió en 2011 desde la base espacial del desierto de Mojave (California). Pero antes, como recordaba ayer entre broma y broma, tuvo que «sufrir» en los centros de entrenamiento de Philadelphia (Pennsylvania) y Cabo Cañaveral (Florida), así como en la Agencia Espacial Federal Rusa.

«Lo peor es la centrifugadora, estás dos horas y cuarto dando vueltas y soportando fuerzas 6,4 veces superiores a la de la gravedad. Notas como se te pega el pecho a la columna, pero nada, salí tan fresco de aquello», bromeaba con el público, farmacéuticos, que quedaron boquiabiertos al conocer este testimonio de superación y esfuerzo.

Pero Josu no ha sido solo el primer astronauta diabético que con su viaje espacial contribuyó a un estudio científico para ver cómo actúa la insulina en microgravedad, sino que ha coronado las siete cimas y ha alcanzado los dos polos, completando así el Gland Slam de sitios de interés de la Tierra.

Y es que con fuerza de voluntad «cualquier Everest que te propongas lo vas a conseguir».

De su experiencia como alpinista, Josu recordaba la escalada al Monte Everest por la cara Norte. «No es que la Sur sea fácil, que no lo es, pero la Norte es la más complicada, y yo que soy hombre de retos y para que no digan 'mira, el primer diabético en escalar el Everest, sí, pero por la cara facilita', dije, con dos... por la Norte».

Con gracia, pero en serio. El Everest se ha saldado la vida de alpinistas, incluso experimentados. «Muchas veces me ha tocado hacer fotos del cadáver para que la viuda pueda cobrar el seguro o llamar a casa del fallecido para preguntar 'oye, ¿qué hacemos con el cadáver? ¿Te lo enviamos o lo dejamos en una grieta?'». Aunque suene duro, Josu decía ayer que ha vivido estas situaciones, que sin duda, y aunque se considere una persona fría, han marcado su proyecto de vida.

Lograr el Gland Slam de sitios de interés de la Tierra siendo diabético fue su reto, conseguido, y ahora compartido. Josu Feijoo Gayoso, todo un coach para que nada en la vida achante los proyectos e ilusiones, pues «el que se relaja se lo comer el mercado, recordar, el Everest se sube con la cabeza y siempre hay que aprender de los mejores».