Un estudio dirigido por el instituto VIB en Flandes, Bélgica, acaba de identificar una base genética común para la diabetes de tipo I y la diabetes de tipo II, lo que podría mejorar el diseño de terapias y fármacos para esta enfermedad metabólica.
Un estudio revela una base genética común para la diabetes de tipo I y la diabetes de tipo 2, basada en la inducción de fragilidad en las células productoras de insulina. Imagen: Museo de Ciencias de Londres. Imagen: John Goode (CC BY 2.0).
La diabetes engloba diferentes trastornos del metabolismo caracterizados por la incapacidad para regular los niveles de glucosa en sangre como consecuencia de defectos en la producción de insulina por parte de las células beta-pancreáticas. La diabetes de tipo I, resultado de la destrucción autoinmune de las células productoras de insulina, comparte rasgos clínicos comunes con la diabetes de tipo 2, en la que cambios metabólicos dan lugar a que el organismo sea resistente a la insulina. No obstante, ambas entidades han sido consideradas como extremos de la enfermedad, en cuanto a las causas moleculares que la provocan.
Utilizando un modelo de diabetes en ratón, los investigadores del instituto VIB identificaron una serie de componentes genéticos que aumentan la predisposición a los dos tipos principales de diabetes, a través de un mecanismo que induce fragilidad en las células beta-pancreáticas de forma independiente a la acción del sistema inmune. Entre estos componentes se encuentran variantes genéticas en el gen Xrcc4 y expresión alterada del gen Glis3. Ambos genes intervienen en rutas moleculares identificadas también tras el análisis de expresión en muestras de pacientes.
“Gracias a nuestro componente genético, algunos de nosotros tenemos células beta que son resistentes y fuertes, mientras que otros tienen células beta que son frágiles y no pueden manejar el estrés,” indica Adrian Liston, director del trabajo. “Estos últimos son los que desarrollan diabetes, de tipo 1 o de tipo 2, mientras que aquellos con células beta más resistentes permanecerán sanos incluso si sufren de autoinmunidad o disfunción metabólica del hígado.”
Además, el equipo demostró la capacidad de la dieta rica en grasa para sustituir al componente genético en la aceleración de la muerte y senescencia de las células pancreáticas productoras de insulina, en una cepa de ratón resistente a la insulina. Esto confirma, una vez más, que la dieta es un factor importante en el desarrollo de la diabetes.
El nuevo trabajo identifica el fallo o la fragilidad de las células beta-pancreáticas como un mecanismo común en los dos tipos principales de diabetes. En este sentido, el equipo plantea que en el caso de la diabetes de tipo 1, el desarrollo inicial de la patología está mediado por un proceso autoinmune, mientras que la pérdida posterior de las células beta-pancreáticas deriva de estrés al que son sometidas las células que permanecen, para producir niveles de insulina suficientes.
Los resultados del estudio tienen importantes aplicaciones tanto para conocer mejor la base biológica responsable de la diabetes como para investigar nuevos tratamientos para la misma. “Este nuevo modelo en ratón nos permitirá, por primera vez, probar nuevos fármacos antidiabéticos enfocados en preservar las células beta pancreáticas,” manifiesta Liston. “Hay muchos fármacos prometedores en desarrollo en compañías biomédicas que estaban esperando disponer de un modelo animal.”
Referencia: Dooley J, et al. Genetic predisposition for beta cell fragility underlies type 1 and type 2 diabetes. Nat Genet. 2016 Mar 21. doi: 10.1038/ng.3531.
Fuente: New study may lead to improved treatment of type 2 diabetes. Link