Isabela llama a su mamá todos los días desde el colegio para contarle qué va almorzar y decirle si tiene poco o mucho apetito.
Antes, Carolina Lizano su progenitora, debía trasladarse al centro educativo en las horas de almuerzo y recreos para suministrarle a su hija la dosis de insulina necesaria de acuerdo a lo que fuera a consumir y realizar las mediciones para ver sus niveles de azúcar.
Isabella Blanco ya tiene 13 años, por eso es capaz de realizar las mediciones y aplicarse las inyecciones de insulina a sí misma tres veces al día. Aún hay una dosis que le debe ser aplicada por su mamá.
Ella es una de los 300 niños que viven con diabetes en nuestro país. Su enfermedad es la del tipo 1, también conocida como diabetes infantil pues usualmente se presenta a una edad temprana.
Sin embargo, lo que alarma a los médicos es que de esta cifra, el 15% padece diabetes tipo 2, una enfermedad que hasta hace 10 años solo era vista en adultos y que es causada principalmente por factores hereditarios y obesidad.
De acuerdo con Erick Richmond, jefe de Endocrinología del Hospital Nacional de Niños, cada año se diagnostican unos 50 pacientes nuevos con diabetes tipo 1, mientras que de la tipo 2 actualmente se registran cerca de 60 casos en el país.
“Lo terrible es que la mayoría vienen de un entorno familiar muy difícil y lo otro es que la enfermedad parece ser más agresiva en niños, pues hemos notado que rápidamente empiezan a tener complicaciones como compromiso de la vista, problemas cardiovasculares y daños en otros órganos como riñones”, explicó el médico.
En el caso de la diabetes tipo 1, la causa es genética y los niños que nacen con esta predisposición inevitablemente van a presentar la enfermedad.
Susana Soto, endocrinóloga pediatra de Guatemala y quien participó en un congreso organizado por la farmacéutica Novo Nordisk, añadió que al ser una enfermedad silenciosa, muchos de los casos se diagnostican cuando la enfermedad ya se encuentra en su etapa más grave, pues ya los niveles de azúcar están muy elevados.
En esa instancia, los niños llegan a los centros médicos con problemas respiratorios y muy deshidratados, y deben ser tratados en cuidados intensivos.
Sin embargo, sí existen factores que se pueden tomar como señales de alarma que podrían evitar llegar a situaciones de emergencias.
"El niño orina mucho, bebe mucha agua y pierde peso, si tenemos esos síntomas más una glucosa alta podemos decir que ese paciente es diabético", afirmó Soto.
Por su parte, Richmond añadió que en el caso de la diabetes tipo 2, se deben considerar otros factores de riesgo como los antecedentes familiares, el sobrepeso y alteraciones en los exámenes de colesterol y triglicéridos.
El especialista destacó que es importante recordar que en el tema de la nutrición el alimento más predisponente a la ganancia de peso son las bebidas azucaradas.
"El azúcar per se no es una causa de diabetes, la causa de la diabetes es la obesidad pero uno de los factores más importantes en la obesidad es el exceso de azúcar", enfatizó.
Lecciones de vida
Isabella es de las niñas que los médicos califican como pacientes modelos, pues pocas veces ha tenido que ser internada por complicaciones propias de su enfermedad y eso se debe a que cumple con los tres pilares (nutrición adecuada, actividad física y sigue al pie de la letra la medicación).
En su caso, la enfermedad apareció cuando tenía tan solo año y medio y desde entonces debió enfrentarse a una niñez entre agujas y cuidados.
Su mamá recuerda que una de las etapas más difíciles que enfrentaron fue durante la escuela, pues las fiestas de cumpleaños con queque y piñatas, significaban un reto que solo superaron con ayuda de Dios y la actitud de su hija a quien califica como una campeona.
Situación similar vivió Paula, cuya condición llevó incluso a su mamá a crear una línea de productos alimenticios especiales para personas con diabetes, llamado Sweet Treats, que hoy en día es una cadena de cafeterías.
Su mamá, Ana Ortega cuenta que Paula fue diagnosticada cuando tenía cuatro años y debió incluso ser internada en Cuidados Intensivos.
"Los tres primeros años fueron muy devastadores, hasta que empezamos a pensar que debía haber un propósito”, aseguró Ana.
Las mismas privaciones que su hija debía enfrentar y la poca oferta que había en ese momento de productos saludables fue lo que la hicieron empezar a cambiar recetas y hoy en día hasta lideran un grupo de apoyo para padres y niños con diabetes llamado Dia Vida.
Para Paula, quien ya tiene 20 años y es estudiante de nutrición una de las etapas más complicadas fue cuando entró al colegio pues no quería que nadie se diera cuenta de su enfermedad.
"En esa época uno no quiere ser diferente, el tener que ser disciplinado y por ejemplo no poder irse a comer un helado después de clases es difícil", contó Ana, su mamá.
Ambas mamás coinciden que tener un hijo con diabetes no es solo un tema de adecuarse a tratamientos, sino que cambia la dinámica de toda la familia y un compromiso de los cuidadores cuya recompensa sin duda es la calidad de vida de sus retoños.